Un hermano en la fe me ha mandado uno de esos powerpoint que van y vienen por internet, avisaba que me iba a gustar y así ha sido. Era con fotos pero más o menos era así:
"Algunos años atrás, en las Olimpíadas Especiales de Seattle, nueve participantes, todos con deficiencias mentales o físicas, se alinearon para correr la carrera de 100 metros lisos. Al sonar la señal, todos salieron, no exactamente a toda velocidad, pero con la voluntad de dar lo mejor de sí, terminar la carrera y ganar. Todos, con la excepción de un muchacho que tropezó, cayó al piso y comenzó a llorar. Los otros ocho escucharon el llanto. Disminuyeron el paso y miraron hacia atrás. Entonces todos ellos, uno a uno, se detuvieron y dieron la vuelta. Una de las muchachas, con síndrome de Down, se inclinó, le dio un beso al muchacho y le dijo: «Pronto, ahora te vas a sanar». Y los nueve competidores se tomaron de las manos y caminaron juntos hasta la meta. El estadio entero se puso de pie y los aplausos duraron varios minutos. Y las personas que estaban allí continuaron repitiendo esa historia hasta hoy. Tal vez los atletas eran deficientes mentales... Pero con seguridad no eran deficientes en sensibilidad... ¿Por qué? Porque, allá en el fondo, todos sabemos que lo importante en esta vida es ser más que un ganador solitario. "Lo que importa en esta vida es ayudar a los otros a vencer, aunque esto signifique disminuir el paso y cambiar el rumbo".
Puede que solo sea una leyenda urbana, que de hecho así parece que es, pero como casi todas las leyendas esta también está basada en un hecho real. Parece ser que en 1976, en una competición en Washington, un participante se tropezó y rodó por el suelo, momento en el que otros dos participantes pararon para ayudarle y cruzaron la linea de meta los tres juntos. Me da igual que sea o no sea una leyenda urbana, las parábolas, en el fondo, no dejan de ser cuentecillos, y sin embargo son una de las partes más importantes del Evangelio. Lo importante no es la historia sino lo que dice la historia.
"Algunos años atrás, en las Olimpíadas Especiales de Seattle, nueve participantes, todos con deficiencias mentales o físicas, se alinearon para correr la carrera de 100 metros lisos. Al sonar la señal, todos salieron, no exactamente a toda velocidad, pero con la voluntad de dar lo mejor de sí, terminar la carrera y ganar. Todos, con la excepción de un muchacho que tropezó, cayó al piso y comenzó a llorar. Los otros ocho escucharon el llanto. Disminuyeron el paso y miraron hacia atrás. Entonces todos ellos, uno a uno, se detuvieron y dieron la vuelta. Una de las muchachas, con síndrome de Down, se inclinó, le dio un beso al muchacho y le dijo: «Pronto, ahora te vas a sanar». Y los nueve competidores se tomaron de las manos y caminaron juntos hasta la meta. El estadio entero se puso de pie y los aplausos duraron varios minutos. Y las personas que estaban allí continuaron repitiendo esa historia hasta hoy. Tal vez los atletas eran deficientes mentales... Pero con seguridad no eran deficientes en sensibilidad... ¿Por qué? Porque, allá en el fondo, todos sabemos que lo importante en esta vida es ser más que un ganador solitario. "Lo que importa en esta vida es ayudar a los otros a vencer, aunque esto signifique disminuir el paso y cambiar el rumbo".
Puede que solo sea una leyenda urbana, que de hecho así parece que es, pero como casi todas las leyendas esta también está basada en un hecho real. Parece ser que en 1976, en una competición en Washington, un participante se tropezó y rodó por el suelo, momento en el que otros dos participantes pararon para ayudarle y cruzaron la linea de meta los tres juntos. Me da igual que sea o no sea una leyenda urbana, las parábolas, en el fondo, no dejan de ser cuentecillos, y sin embargo son una de las partes más importantes del Evangelio. Lo importante no es la historia sino lo que dice la historia.
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