Vivimos en un mundo muy extraño, ciertamente poseer bienes materiales no es malo, pero en el corazón del hombre se entabla una batalla donde los bienes materiales quieren ocupar el lugar de Dios, es un golpe de estado progresivo. Esto nos produce un apego desordenado a personas y bienes, una mala relación con Dios y un desconocimiento de nuestros desordenes, el caso es que poco a poco nos vamos debilitando. En un momento determinado se tratará de desterrar a Dios, ponerlo lejos, que no moleste para que el hombre pueda desenvolverse en un mundo donde Dios ya ha sido desterrado. Es como si Dios fuese un obstáculo, supongo que cuando nuestros contemporaneos lleguen al juicio final le dirán a Jesús, “sí sí, se perfectamente que todo esto del mundo y la creación era tuyo pero es que para vivir a gusto Tu me molestabas, me recordabas constantemente cosas muy incomodas y difíciles de cumplir y decidí que daba igual arre que so.
Hay otros que van mucho más allá y directamente matan a Dios. En buena hora se le ocurrió al amigo Nietzsche decir que “Dios a muerto” (por cierto, yo soy de los que creo que Nietzsche estaba como una regadera). Como digo, en nuestra sociedad, con Dios o sin Dios no cambia nada o eso parece que es el pensamiento imperante “Como Dios no existe todo esta permitido” “El bienestar material es la felicidad” “Tanto tienes tanto vales” “Hay que ser fuerte, los débiles molestan” “El vicio es divertido” “YO soy lo más importante”.... y lo malo es que muchos se llaman cristianos y llevan en la frente escritas estas cosas.
Y es que la humanidad está bajo la enorme losa del pecado, yo a veces me pregunto con mucha tristeza dónde está la salvación por la que Cristo sufrió de la manera en la que sufrió. El caso es que todos conocemos la indigencia del hijo pródigo, unos más otros menos, pero todos nos damos cuenta cuando sentimos las ganas de volver a casa del Padre, normalmente el mundo esta lleno de gente que no se da cuenta que pasa su vida cuidando los cerdos de otro y comiendo bellotas en lugar de comer cordero y cuidar los cerdos de tu Padre. La dignidad del hombre, que está ligada a su origen, a su creador, está por los suelos, el pecado, el libre rechazo al agua de vida de Dios, nos aleja de Dios y nos hunde en la privación de la vida eterna. Cuántas mentiras que podrían ser obra, si es que no lo son, del propio diablo vemos en los escaparates de las tiendas y en los anuncios de la televisión como paraísos en el mundo. No entiendo cómo teniendo tan cerca la fuente de agua limpia nos empeñamos en beber del agua sucia que brota en lo oscuro. La humanidad, en la que debemos incluirnos, es ciega para ver el amor de Dios, es sorda a la voz de Dios, es paralítica ante las obras de Dios... ¿De verdad que no necesitamos de las curaciones de Jesús? Jesús puede salvar de todo mal, pero no se lo pedimos, no somos como los enfermos de los Evangelios, como el ciego sentado al borde del camino que gritaba “Jesús hijo de David, ¡cúrame!, o como al paralítico que pidió a su familia que le introdujera en presencia de Jesús descolgando la camilla por un agujero del tejado en la casa donde Jesús enseñaba. Ni siquiera somos como la mujer con hemorragias que por vergüenza tocó el fleco de la túnica de Jesús para ser curada sin que nadie lo viera.
Nada puede vivir sin Dios, pese a todo, Dios nos ama.El hombre moderno, evita la verdad por miedo, cree que todas las posturas son válidas y desconfía de la verdad como algo normal. La verdad, es verdad siempre. Todo este enorme comentario no es más que el retrato de la sociedad donde tenemos que ser cristianos delante de otros cristianos, cristianos que se han dejado llevar por el engaño de los colorines de la sociedad del bienestar, y van perdiendo su identidad hasta mimetizarse con el resto. Cuando hablo con los amigos y les digo que me considero cristiano me dicen que lo que soy es muy “raro”, quizás los “raros” sean ellos. Yo por lo menos me he dado cuenta, como el hijo pródigo, que estoy mejor en casa del Padre, que a pesar de haberme gastado toda su herencia, todavía tiene un cordero para mí.
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