domingo, 27 de enero de 2008

Fieles laicos


Nueve mil sacerdotes españoles tienen más de 75 años. Nada raro si no añadimos que son 9.000 entre 19.000 en total, casi la mitad de los sacerdotes españoles son ancianos. De los que tienen menos de 75 años, su edad media es de 51 años. Esto se mire por donde se mire es una situación grave, pero la Iglesia sigue diciendo que no hay crisis. Por poner un ejemplo, en Vizcaya la edad media de los sacerdotes es de 60 años, y 2 de cada 3 está jubilado. Según datos de El Correo Digital, el número de sacerdotes cae a un ritmo anual de 30 por secularización y de 350 por fallecimiento. Bueno, también baja el número de personas que vamos a misa. Según la conferencia episcopal 1 de cada 4 personas en España asistimos a la Iglesia con regularidad. La Iglesia, mi Iglesia, es muy mayor y no es capaz de hablar a los jóvenes. A la Iglesia le hace falta juventud, aire nuevo. Hay que dar la cara a la realidad social, abrirse a una mayor independencia de las Iglesias locales, a la colegialidad del Papa con los patriarcas de los "hermanos separados", y a un montón de reformas más. Y por otro lado los laicos, los laicos que de verdad quieren y pueden ejercer labores a las que los ministros no llegan. Si no somos capaces de interesar a los jóvenes mucho menos habrá un relevo generacional en los pastores.
Desde hace unos pocos años, existe la posibilidad de realizar celebraciones en ausencia de sacerdote. Normalmente es un seglar o una monja la que dirige el rezo y da la comunión reservada por el cura días atrás. Son celebraciones más o menos normales pero en los que no se consagra la Eucaristía, acto reservado exclusivamente a los miembros del orden sacerdotal. También hay seglares dispuestos a ejercer tareas administrativas en la parroquias. Pero no es suficiente. Debemos responder a las nuevas formas surgidas del Concilio Vaticano II, donde el laicado toma un papel importante. Somos cristianos y como tales respondemos con nuestra vida a la realidad que nos toca vivir. Hoy el laico reclama madurez en la experiencia de fe y madurez en las tareas y funciones realizadas. El laico debe ser corresponsable en la Iglesia, y tiene una vocación y una misión en la Iglesia, la Iglesia es el conjunto de fieles, la Iglesia es del conjunto de fieles. Muchas Iglesias locales salen adelante gracias a la participación de los laicos que conscientes de su vocación cristiana y sus posibilidades para la trasmisión del mensaje evangélico trabajan en colaboración con sus párrocos. Los laicos, cada día, avanzan en el descubrimiento y realización de esa colaboración en la Iglesia.
El laico, ya no es el destinatario de la misión de la Iglesia, el laico, el hombre y la mujer casado/a o soltero/a, comparte misión con el religioso o el ordenado y tan responsable es el uno como el otro del futuro de la Iglesia. El carácter sacro de las acciones litúrgicas nos han acostumbrado a conceder preferencia a este ministerio y relegar al ministerio del laico a un segundo lugar. Ambos carismas son importantes, y se debe superar el dualismo entre el sacerdote y el laico.
El laico es receptor de la evangelización pero cuando el ministerio laical es entendido correctamente entonces el laico además de receptor es también emisor, y de él también parte la predicación.
No digo que se hable del sacerdocio femenino, no digo que se hable del celibato opcional para el sacerdocio, pero sí podría hablar de la diaconía permanente, una figura recuperada de la Iglesia primitiva por el Concilio Vaticano y que permite a hombres casados acceder al primer grado del orden sacerdotal para asistir y ayudar a los presbíteros, a los curas, allí donde no llegan. Por cierto, las ceremonias de ordenación de diáconos son preciosas. En una de ellas, la hija de uno de los recién ordenados hizo una de las lecturas de la Liturgia de la Palabra, y la esposa del nuevo diácono le impuso la estola.
A muchos obispos se les ponen los pelos de punta con estas cosas, en fin....La Iglesia está mal, y solo nosotros tenemos la medicina.

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