domingo, 30 de noviembre de 2008

La muerte

La muerte es un tema que no evito. Mi afición a las cosas “raras”, fenómenos paranormales en general, a la demonología o a la escatología hacen que la muerte sea un tema, que aunque me impresiona, no me asusta ni me da miedo. La verdad es que sí es cierto que estos dos días de fiesta, el uno y dos de noviembre, girando alrededor de la muerte, antropológicamente son muy atractivos. El fenómeno de la muerte y el luto nos daría para describir culturas completas. La muerte y el luto son cosas que definen la vida de las culturas. Esto es porque todo el conjunto de actitudes ante el final de la vida son fenómenos que en esencia no tienen en cuenta al finado, que al fin de cuentas “está en otro sitio”, pero que sí afecta al grupo, ya que la muerte ajena nos recuerda nuestra propia muerte, un hecho que por desconocido y doloroso, nos resulta perturbador. También es curioso como una de las cosas comunes en todas las culturas y todas las épocas es, en esencia, la forma en que experimentamos la muerte ajena. Hoy en día en esta sociedad industrializada hacemos desaparecer la muerte y la convertimos en una broma, me estoy acordando de la sustitución de nuestro primero de noviembre por el día de “halloween”. Todo para hacer desaparecer la muerte real. Reivindico los postulados de la cultura arcaica y pastoril de mis abuelos y su tratamiento sobre la muerte. El mundo de mis abuelos no ocultaba la muerte, se moría en casa, rodeado de la familia. La primera gran lección de un niño solía ser la experiencia en primera fila de la muerte de un abuelo. Esta cultura arcaica y pastoril era capaz de constatar el sufrimiento de la muerte ajena como reflejo de la propia muerte, y la controlaba y atenuaba con la mitología y la religión, que por una parte mostraba como evidente un más allá y por otra parte evitaba que la persona afligida se hundiese en interrogantes irresolubles y desesperantes. Efectivamente la muerte es un gran tema.

viernes, 28 de noviembre de 2008

¿Qué sentido tiene ser cristiano?


¿Qué sentido tiene ser cristiano?
¿Qué sentido tiene ser religioso?

Todas las religiones persiguen una finalidad común a todas ellas, éste sería buscar un sentido a todo. Por otro lado, la religión que pretenda ofrecerse como algo útil, como algo que nos ayuda a llevar una vida más equilibrada, menos estresante, no es una religión. El “sentido de todo”, como digo, sería Dios. Dios es la medida de todo, también la medida de una vida más equilibrada o menos estresante. La experiencia religiosa parece consustancial al ser humano de todas las civilizaciones y de todas las épocas. Desde la Edad de Piedra hasta hoy los valores han cambiado, pero las creencias, en lo básico siguen. El hombre cree en Dios, pero qué sentido tiene creer, qué consecuencias tiene para la vida cotidiana creer en Dios. El hombre necesita recurrir a una fuerza superior para dar sentido a su existencia, la religión es un fenómeno humano. Es obvio que las verdades a las que nos mantenemos fieles tienen consecuencias sobre nuestras vidas. Si Dios es el sentido de todo, el hecho de ser creyentes, de vivir con las miras puestas en Dios como nuestro fin último debería manifestarse de alguna manera en nuestra vida. Así siendo cristianos, el cristianismo debería producirnos algún efecto, aun admitiendo que no nos hacemos cristianos para alcanzar ese efecto. No le decimos a la gente “tenéis que haceros cristianos porque el cristianismo os hará libres” pero sin embargo esa misma gente debería ver que los cristianos somos libres en un sentido atrayente, incluso intrigante. Finalmente, veríamos a esta gente intentando averiguar la razón, interés que revertiría en el Dios al que rezamos. Los cristianos no se distinguen de las demás personas, no dan muestras de una forma de vida peculiar, pero permanecen en sus lugares de origen como meros transeúntes, como ciudadanos. Pero en esa condición de gente normal soportan todo como si fueran extranjeros. Esto se decía de los cristianos de los primeros siglos, pero, ¿Hay algo de especial en la forma en la que vivimos los cristianos de hoy en día? La espiritualidad abunda, la postmodernidad es como un supermercado de fe y salvación, cada individuo puede optar a su propio reino de los cielos, el hombre busca la seguridad en Dios y abre cualquier cajón para encontrarlo y se encuentra con lo que se encuentra, ¿Avanzamos a una fe a la carta? El ser humano necesita de la religión como un producto más en su proceso de construcción de su mundo y de su propio yo. En Europa existe un hambre espiritual. Cada vez son más los jóvenes que se definen como personas religiosas, que buscan un sentido a sus vidas por medio de la religión. Pero suelen estar más interesados por la espiritualidad que por los aspectos doctrinales de una Iglesia. Los jóvenes europeos creen sin necesidad de pertenecer a una organización. Necesitamos creer, ¿Por qué creemos? La historia cambia pero la búsqueda de Dios continúa. Hoy en día nuestra sociedad está sometida a un ataque contra la confianza depositada en la ciencia y la tecnología. El mundo está fuera de control y perdemos la confianza en que podamos controlar el mundo de una manera racional. El mundo no se ha desmitificado como se profetizaba a finales del s.XIX. Tras el infame s.XX, el s.XXI se rebela contra la racionalidad y la religiosidad ocupa un lugar importante en la cultura. Las preguntas existenciales: ¿Quién soy?, ¿Cuál es el sentido de la vida? Siguen surgiendo. Para el hombre es insoportable la idea de que es un producto del azar y prescindible. El ser humano sabe que existe y se da cuenta que no existe necesariamente. La pura razón no da la felicidad, el mundo que conocieron los que nos han educado se ha derrumbado y ahora nos enfrentamos a un mundo nuevo, la sociedad del riesgo, un mundo que ya no es bipolar y donde las telecomunicaciones, la ingeniería genética y la cultura digital han entrado de lleno. El mundo se ha quedado sin alma, pero el hombre busca el contacto con Dios, desea la traducción de su pequeño yo a un eterno todo. Cada ser humano necesita respuestas.
La fe cristiana puede ser la respuesta, es la “buena noticia”. ¿Por qué los jóvenes no la ven como una buena noticia, por qué las afirmaciones de los cristianos sobre la fe parecen tan poco convincente y aburridas. ¿es posible que los cristianos no tengan nada llamativo o diferente?. A lo largo de estos últimos años todas las Iglesias cristianas han hecho grandes esfuerzos por difundir el Evangelio. Las diócesis y las parroquias han diseñado toda una serie de ambiciosos proyectos para dar a conocer la fe. Pero por lo general el efecto ha sido escaso. Hablamos de amor, de libertad, de felicidad… pero a menos que los demás vean en nuestras Iglesias lugares en los que las personas sean libres, por qué va nadie a creernos. Jesucristo hablaba con autoridad, sus palabras causaban impresión porque se reflejaban en una vida llamativa. Lo que está claro es que los cristianos no somos mejores que otras personas. Jesucristo venía a llamar a los pecadores y no a los justos. La Iglesia es un hogar para aquellas personas que llevan una vida desastrosa. El primer cristiano que subió al cielo es el ladrón que fue crucificado con Jesús. Una comunidad que fundamente su existencia en la afirmación de una superioridad moral, no sólo sería repulsiva, sino que invitaría a su miembros a buscar defectos entre sí y al final a su disolución. La prensa y la política ataca frecuentemente a la Iglesia porque le parece, da por sentado, que el cristiano debe ser mejor que los demás, debe ser un hombre perfecto. Ni mucho menos, el cristiano no es mejor que los demás, no es moralmente superior a los demás, simplemente, el cristiano es una persona que se ha dado cuenta de su inferioridad frente a un ser trascendente, una persona que se ha dado cuenta que no es perfecta ni es el centro de todo. El objeto de la fe cristiana no son las palabras en sí mismas, sino aquello que dicen las palabras, la cosa sobre la que hablan. Las palabras son vehículos de comunicación cuando conseguimos que apunten hacia algo que está más allá de ellas mismas. Decimos “Dios es amor”, pero esto es una declaración sin sentido si aquél que la ha pronunciado no vive en una comunidad que verdaderamente ame, por muy torpe o imperfecto que sea ese amor. Decimos “Jesús ha resucitado”, pero si no existe ningún signo de resurrección en nuestras vidas, ningún signo de haber renacido a una vida nueva en el bautismo, nuestras palabras no significan nada. El europeo del s.XXI es, por lo general, ignorante en lo que respecta a la fe religiosa, pero es un error esforzarse en elaborar documentos y teorías pedagógicas a menos que, a la vez, realicemos un esfuerzo de verdad por hacer de la Iglesia un espacio de libertad, valentía, alegría y esperanza. Las palabras que decimos deben ser consecuentes con nuestras vidas y deben tener consecuencias en nuestras vidas. Las personas que escuchan o leen nuestros documentos deben percibir la libertad que se desprende de nuestras vidas, sólo así se predica el Evangelio. El sentido del cristianismo apunta a nuestra vida, que es Dios. La existencia del hombre tiene un sentido último, de no ser así toda religión sería una pérdida de tiempo. Nuestra fe no reside en una lucha por encontrar el camino hacia Dios, sino que nuestra fe reside en que Dios ha salido en nuestra búsqueda y nos ha encontrado. Dios, verdaderamente, está presente en la vida de cada persona, al margen de que esa persona le reconozca y le diga sí. Así pues, el fin último de nuestra vida ya está presente aquí y ahora de alguna forma. El predicador no debe pensar que lleva a la gente a Dios, el predicador debe hablar sobre aquél que nunca ha dejado de estar con nosotros, debemos hablar de manera que la gente se dé cuenta de que Dios está aquí con nosotros. La libertad no consiste sólo en elegir entre distintas alternativas, la felicidad es algo más que una mera emoción agradable. Las dos implican tomar parte en la vida de Dios, y ello exige de nosotros una suerte de morir y resucitar. Se necesita valor y fortaleza para permitir que el Dios que está con nosotros pueda liberarnos y llenarnos de felicidad. La libertad y le felicidad son algo mas que unos meros procesos mentales. Estar orientado hacia Dios no consiste únicamente en creer que Dios es el objetivo de mi peregrinación a lo largo de mi vida. Es en Dios donde la humanidad encontrará su unidad y su sentido último.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Salvación y condenación


El supuesto básico cristiano respecto al más allá es la pervivencia después de la muerte. La muerte es el término de la vida, pero no su destrucción, de esta forma aparece la noción de la “otra vida”. Esta “otra vida” está afectada por la incertidumbre en cuanto su existencia y en el supuesto de existir está afectada en cuanto a su calidad. Por esta especial característica la “otra vida” reclama ser imaginada. Para el cristiano, en primer lugar, la otra vida tiene que ver con ésta, es decir, lo que continua es la misma persona, y en segundo lugar, la otra vida es extrema, es decir, o la felicidad absoluta o la infelicidad absoluta. Este desenlace extremo depende de la propia persona, la otra vida está considerada como un premio o un castigo mediante un juicio en el que se observa la vida terrena del finado. Existe un punto medio, una salvación atenuada, un purgatorio reservado para el que no ha alcanzado la perfección. A partir de aquí, y según las sociedades y las épocas, las diferencias pueden llevar al error creando discrepancias incluso entre cristianos. Se oscila entre un optimismo confiado a un tétrico pesimismo oscurecido por el miedo. Esta creencia en la otra vida tras la muerte es decisiva en la manera de vivir el dramatismo de la vida. El cristiano está pendiente de un desenlace que es su culminación. La posibilidad de que tras la muerte no haya nada de nada sino la aniquilación total, es más angustiosa y perjudicial para la sociedad que el propio infierno. La mayor parte de los problemas sociales y personales, depresiones, desesperaciones y aburrimientos, parten de abandonarse a la nada. Poco a poco, al perderse la conciencia del desenlace religioso de la muerte, se ha perdido también la referencia al riesgo de condenación, se ha perdido la convicción de que en esta vida nos jugamos todo nuestro destino personal. Nadie duda del destino de nuestros difuntos, nos los imaginamos en el cielo, y sin embargo, el infierno se imagina como un lugar semivacío o incluso vació. Esta pérdida de la expectativa sobre el más allá ha supuesto la eliminación de toda cuestión que tenga que ver con lo que hay después de la muerte biológica, sin embargo, dejar de creer en la pervivencia no ha olvidado la pregunta por la salvación o la condenación. Perder la fe en el cielo y en el infierno es una infidelidad al cristianismo. Unas veces se le da demasiada importancia al último instante de vida, independientemente de cómo haya sido el resto de la vida del finado, otras veces se le da demasiada importancia a la omisión de pequeñas cosas que, considerando la vida en conjunto, no afean una vida virtuosa.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Carta del Jefe Noah Seattle


El hombre de la foto es Noah Seattle, Jefe Indio de los Dwamish. En 1854 respondió a la propuesta del "Gran Jefe de Washington", el 14º presidente de EEUU Franklin Pierce, de que vendiesen sus tierras para quedarse en una reserva. Pierce proponía, para acabar con los enfrentamientos entre indios y colonos, el despojo de las tierras, donde habían vivido los indios durante milenos para recluirles en reservas. En 1855 se firmó el tratado de Point Elliot, con el que se consumaba esta abominación. El Jefe Noah Seattle (o Sealth), con su respuesta al presidente Fraklin Pierce, creó el primer manifiesto en defensa del medio ambiente y la naturaleza que ha perdurado en el tiempo. Noah Seattle había nacido alrededor de 1786 en Blake Island, en el actual estado de Washington y murió el 7 de junio de 1866 a la edad de 80 años en la reserva Suquamish de Port madison, Washington. Se dice que era muy alto, mas o menos el metro ochenta, y se dice también que era un gran orador. Se casó con dos esposas en la aldea de Tola´ltu, en lo que ahora es el oeste de Seattle. Su primera esposa murió al dar a luz su primera hija y tuvo más hijos e hijas de su segunda esposa. Tras la muerte de uno de sus hijos, probablemente en 1848 se bautizó, marcando su aparición como líder indio que buscaba la cooperación con los colonos ingleses que llegaban a sus tierras. Su memoria ha quedado en el tiempo y sus palabras continúan vigentes. Los estudios históricos sobre Noah Seattle y su carta insinúan que él podría no ser su autor en realidad. La carta o algo parecido a ella fue pronunciada por el Jefe Seattle en enero de 1854 ante el gobernador Isaac Stevens, enviado del presidente Pierce, pero no fue transcrita hasta que el Dr. Henry Smith lo hiciera en 1887. La autenticidad de la carta, transcrita treinta años después de ser pronunciada, se hace imposible de valorar. De hecho, la retórica que adorna la carta es de Smith y no del Jefe Seattle, ya que muchos de los conceptos y palabras de la versión que tenemos de la carta serían difíciles de expresar en Chinook, lengua que hablaba el Jefe Seattle. De lo que no hay duda es que el mensaje, el estilo y el espíritu de la carta son de Noah Seattle.

Nunca me cansaré de leerla o de escucharla en la voz de Paco de León.
¿Quién es el salvaje?





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sábado, 15 de noviembre de 2008

Fr Alberto de Bollstäd O.P. (San Alberto Magno)



Cerca de la famosa catedral gótica de Colonia tienen los dominicos alemanes una casa. Esta casa, construida tras la Segunda Guerra mundial, sustituye a un convento destruido en las guerras napoleónicas y en la que ya había dominicos desde 1221. Adherida a la casa hay una bella iglesia románica, destruida en la Segunda Guerra Mundial, pero reparada con muy buen gusto y llena de una iconografía típicamente dominica. En 974 ya se consagró en ese mismo lugar una iglesia, pero la actual se empezó a construir en 1200. Debajo del Altar hay una oscura cripta, que formaba parte de la primitiva iglesia de 974, muy sencilla, de techos bajos pero no aplastantes, tiene el suelo a dos niveles, y en el nivel bajo, disimuladamente descansa san Alberto Magno. Su sepulcro es una sencilla piedra sin pulir ni labrar, de líneas rectas, rodeado por cuatro grandes cirios, un pequeño crucifijo en la pared y a sus pies un reclinatorio para rezar, en el que el 15 de noviembre de 1980, el papa Juan Pablo II se inclinó para rezar ante el santo. Así de sencilla es la tumba de uno de los mas grandes dominicos que ha dado la historia. Un bábaro que se abalanzó hambriento sobre todo el saber del que se disponía en su época y la puso al alcance de sus contemporáneos. Escribió de todo porque todo le gustaba, cerca de 38 volúmenes sobre lógica, metafísica, matemáticas, física y química, medicina y astronomía, fisiología animal, filosofía y teología, comentarios a los antiguos griegos y romanos, sin excluir varios ensayos sobre saberes prácticos, como por ejemplo un manual del perfecto jardinero. Sus descripciones todavía son útiles a los científicos que hay en día las quieren utilizar. Fue un dominico dedicado a compilar todo el saber de su época, un curioso de la especulación, un apasionado de la naturaleza y de la cultura antigua. Su obra no es un momento en la historia de la ciencia, sino que hoy en día los largos trazos de sus palabras nos alcanzan. Sus aportaciones más interesantes se hallan en el campo de la filosofía y de la teología, fue él quien preparó el material que habría de usar Santo Tomás de Aquino para su genial síntesis, que el mismo Alberto conoció y defendió cuando los escritos de Tomas fueron acusados de heterodoxia. Fue tan grande que el título de magno ya se lo daban sus propios contemporáneos.

De origen suabo, de babaria, pertenecía a la familia Bollstädt y nació en el castillo de Lauingen, a orillas del Danubio, en 1206. Su padre era caballero al servicio del emperador de Alemania Federico II. Lo único que sabemos sobre su juventud, es que estudió desde los 16 años en la Universidad de Padua donde vivía su tío y con el que vivía en dicha época. Allí se tropezó en 1222, con el Beato Jordán de Sajonia, nuestro segundo maestro general, el sucesor de N.P santo Domingo, quién lo dirigió hacia la vida religiosa. En una carta a la Beata Diana de Andelo, el venerable Jordan, le escribía que había admitido en la orden a diez postulantes, "y dos de ellos son hijos de condes alemanes". Uno de estos hijos de conde era Alberto de Bollstäd. Cuando el conde de Bollstädt se enteró de que su hijo quería vestir el hábito de los frailes mendicantes, se enfureció muchísimo. Alberto mostraba una verdadera pasión por el estudio y un generoso desprendimiento de los bienes terrenos, ante esto el enfurecido padre de Alberto habló de sacarlo por la fuerza de la orden. Lo apropiado en aquella época, siendo de familia noble, era vestirse la armadura y con lanza en ristre enredarse en los innumerables conflictos que salpicaban la Europa del s. XIII o encerrarse en alguno de los ricos monasterios que seguían la regla de San Benito y dedicarse a recaudar beneficios e indulgencias. Pero Alberto quería ser dominico, quería ser uno de esos nuevos religiosos que poco a poco estaban revolucionando la vida religiosa europea y la estaban sometiendo a una profunda revisión. Ante el peligro de que su hacendado padre le obligara a abandonar su vocación de pobreza y dedicación a los libros, sus superiores le alejaron de su familia y le enviaron discretamente a otro convento, seguramente el de Colonia, donde estaba la escuela mas importante de la orden. Una vez llegó Alberto a Colonia los problemas con su familia cesaron. Ocho años después en 1228 Alberto ya enseñaba en Colonia y en 1229 se vistió definitivamente el habíto blanco y la capa negra.

París era entonces el centro intelectual de Europa occidental y Alberto fue enviado allí para pasar algunos años como maestro subordinado hasta obtener el grado de profesor en aquella famosa universidad. Sus clases se hicieron famosas y la concurrencia de estudiantes a sus explicaciones fue tan grande que en ocasiones debía enseñar en la plaza pública, la cual, aunque pocos lo saben, lleva su nombre. Se trata de la Plaza Maubert, nombre que viene de "Magnus Albert". Su época parisina terminó cuando instaron a Alberto a abandonar Paris para ser elegido superior provincial de la provincia de Alemania. Llegamos a 1248 y los dominicos determinaron entonces abrir una nueva Universidad en Colonia y para el papel de rector qué mejor que nombrar para tal fin a San Alberto. Desde entonces hasta 1252, tuvo entre sus discípulos a un joven fraile llamado Tomás de Aquino. El principal mérito científico de San Alberto reside en que, al caer en la cuenta de la autonomía de la filosofía y del uso que se podía hacer de la filosofía aristotélica para ordenar la teología, re-escribió, por decirlo así, las obras del filósofo Aristóteles para hacerlas aceptables a los ojos de los críticos cristianos. Por otra parte, aplicó el método y los principios aristotélicos al estudio de la teología, por lo que fue el iniciador del sistema escolástico, un sistema filosófico y científico que determinó la edad media y que su discípulo Tomás de Aquino había de perfeccionar para dar paso al renacimiento. Así pues, fue San Alberto el principal creador del "sistema predilecto de la Iglesia", con el que su discípulo, Tomas de Aquino se convirtió en el gran adalid del progreso y cuyas enseñanzas resuenan como las de su maestro en todo el mundo, y por otra parte como el mismo Alberto había profetizado. Cuentan sus contemporáneos que cierto día en clase, el maestro Alberto se dio cuenta de que los alumnos se reían de uno de ellos, de Tomas, al que por su corpulencia y por su silencio era llamado con sorna, “El buey mudo”. Alberto, se enfadó y avisó a los alumnos que guardasen en su memoria al buey mudo por que sus mugidos iban a ser escuchados en todo el mundo. La teología de aquella época se limitaba a coleccionar y explicar los argumentos de los Padres de la Iglesia, especialmente San Agustín. La gran característica de san Alberto fue la integración de la obra de Aristóteles dentro del pensamiento cristiano. Incluso, en ciertos momentos se le llegó a prohibir la enseñanza en la universidad, ya que la jerarquía eclesiástica no estaba preparada para tal avance científico. Alberto distingue claramente entre dos asuntos, el natural y el sobrenatural, la teología y la filosofía. Sobre la filosofía reina la teología. Sin embargo, la teología no debe contradecir a la naturaleza, a la razón, al contrario, la fe completa la filosofía. La filosofía contiene ciertas verdades que pueden ser completadas por la teología. Por lo tanto ambas ciencias, teología y filosofía, ciencia y fe no deben rechazarse, sino que deben acogerse la una a la otra. El trabajo de Aristóteles, el filósofo no cristiano por excelencia no debía ser eliminado por el pensamiento cristiano, como hasta el tiempo de Alberto se hacia. Alberto y su discípulo Tomas de Aquino, tuvieron muchos problemas precisamente por alimentar el cristianismo con la filosofía de Aristóteles. Para más estupor de sus contemporáneos, Alberto toma contacto con la obra de Aristóteles de la mano de pensadores árabes como Averroes y Avicena, traducidos al latin en la escuela de Toledo, ya que no había manera de acceder a las obras de los clásicos griegos. La cristiandad de aquella época era muy celosa de la ortodoxia y tenia mucha previsión con aquellos pensadores cuyas ideas resultaban revolucionarias, y la idea de Alberto era tan revolucionaria que hoy en día el papa Juan Pablo II la ha revalidado, como plénamente actual, en su encíclica Fides et Raito.

Alberto reunió y seleccionó los materiales, echó los fundamentos y Santo Tomás construyó el edificio. Al mismo tiempo, Alberto se mantenía humilde, y pese a venir de una familia noble, cuando viajaba lo hacía andando y subsistiendo de la limosna. Alberto rezaba así: "Señor Jesús pedimos tu ayuda para no dejarnos seducir de las vanas palabras tentadoras sobre la nobleza de la familia, sobre el prestigio de la Orden, sobre lo que la ciencia tiene de atractivo". Como dato curioso, no me resisto a citar que en sus extensas investigaciones sobre geografía manifestó la influencia de la latitud en el clima y en la descripción sobre la tierra demostró que esta era redonda.


Hemos dicho que en 1254, fue nombrado provincial en Alemania. Dos años más tarde, debido a su alto cargo asistió al capítulo general de la orden en París, donde, para aumentar la humildad tradicional de la orden, se prohibió a los dominicos que aceptasen en las universidades el título de "maestro" o "doctor" o cualquier otro tratamiento que no fuera el de su propio nombre. Para entonces, ya se le llamaba a San Alberto "el doctor universal", y el prestigio de que gozaba había provocado la envidia de los profesores laicos contra los dominicos. Estas dificultades provocadas por la desazón de los profesores laicos, había costado a Santo Tomás y al franciscano San Buenaventura un retraso en la obtención de sus doctorados. San Alberto entró de lleno en estas disputas y fue enviado a Italia a defender a las órdenes mendicantes contra los ataques de que eran objeto en las principales ciudades universitarias de Europa.

En 1260, Alberto fue ordenado obispo de la sede de Regensburgo, la cual, según se le informó, era "un caos, tanto en lo espiritual como en lo material". San Alberto fue obispo de Regensburgo menos de dos años, pues el mismo Alberto pidió a Papa Urbano IV la renuncia, para regresar a la vida de comunidad en la casa de Würzburg y enseñar en Colonia. Alberto se sentía hecho mucho más para la enseñanza y el estudio que para la política. Pero en ese breve período que tuvo la dignidad de obispo hizo mucho por remediar los problemas de aquella diócesis. Su humildad y pobreza eran ejemplares. Desgraciadamente, los intereses creados y la persistencia de ciertos abusos no permitieron al santo terminar la obra que se había propuesto. Al año siguiente, la fama del santo hizo que el papa Urbano IV se fijara otra vez en él y le ordenó colaborar en la predicación de la Cruzada en Alemania con el franciscano Bertoldo de Ratisbona, en aquel año de 1260 toda la cristiandad debía ayudar al emperador Miguel VIII de Nicea a recuperar Constantinopla. Un hecho que acaeció entre la séptima y la octava cruzada.

Una vez terminada esa tarea, San Alberto regresó a Colonia, donde pudo dedicarse a escribir y enseñar varios años hasta 1274, año en el que se le mandó asistir al Concilio Ecuménico de Lyon, una importante cita para la Iglesia, y donde iba a encontrarse con su antiguo discípulo Tomás. En vísperas de partir, se enteró de la muerte de su querido alumno, entonces se dijo que por un revelación divina, pero hoy en día sabemos que en ciertas ocasiones podemos sentir la muerte de un ser querido aunque estemos alejados físicamente de él. A pesar de la impresión que sufrió al confirmar la prematura muerte de su querido Tomas, y de su avanzada edad, Alberto, que tenia por entonces 68 años, tomó parte muy activa en el Concilio de Lyon, trabajando ardientemente por la reunión con la Iglesia griega, y apoyando con toda su influencia la causa de la paz y de la reconciliación de todos los cristianos.

Probablemente, la última aparición que hizo en público tuvo lugar tres años más tarde, cuando el obispo de París, Esteban Tempier, y otros personajes, atacaron violentamente ciertos escritos de Santo Tomás. El anciano Alberto partió apresuradamente a París para defender la doctrina de su difunto discípulo, y que coincidía en muchos puntos con la suya, y propuso a la Universidad que le diese la oportunidad de responder personalmente a los ataques; pero ni aun así consiguió evitar que se condenasen en París ciertos puntos. Años después dichos puntos serian rehabilitados y la enseñanza de Alberto y Tomás fue declarada oficial para la Iglesia. El papa Juan Pablo II dijo en una ocasión sobre santo Tomas algo que podría ser extensivo a san Alberto, ya que en ocasiones maestro y alumno se disuelven: "Este gran doctor, cuya enseñanza ha sido tantas veces alabada y recomendada por mis predecesores, también intercede hoy y constituye un ejemplo para todos los miembros de la escuela católica. En la vida y en la obra de Santo Tomás encontraréis el modelo tanto del discípulo como del enseñante católico."

Contaba san Alberto que, de joven, le costaba mucho estudiar y que por eso una noche se dispuso a huir del colegio donde estudiaba. Pero al tratar de huir por una escalera colgada de una pared, cuando llegó a la parte de arriba se encontró con Nuestra Señora la Virgen María que le dijo: "Alberto, ¿por qué en vez de huir del colegio, no me rezas a mí que soy "Causa de la Sabiduría"? Si me tienes fe y confianza, yo te daré una memoria prodigiosa. Y para que sepas que fui yo quien te la concedí, cuando ya te vayas a morir, olvidarás todo lo que sabías". Aquello sucedió como la Virgen le dijo. En 1278, cuando dictaba una clase, le falló súbitamente la memoria y perdió la agudeza de entendimiento. Después mandó construir su propia tumba, ante la cual rezaba todos los días el Oficio de Difuntos y dos años después, murió apaciblemente, sin que hubiese padecido antes enfermedad alguna, cuando se hallaba sentado conversando con sus hermanos en Colonia. Era el 15 de noviembre de 1280, tenia 74 años. Agotado, Alberto vivió sus últimos años en una “noche del espiritu”, su inteligencia y su prestigiosa memoria desapareció. Sus innumerables discípulos todavía se empeñaban en visitarle para consultarle, pero él mismo, consciente del mal que sufría, se limitaba a responderles “Alberto ya no existe, Alberto ya no es Alberto”. Sus contemporáneos decían de Alberto: “Es un hombre extremadamente estudioso, que ha visto una infinidad de cosas, dotado de grandes medios y que de esta suerte ha podido reunir una multitud de conocimientos en el inmenso océano de cuanto ocurre”. Estaba dotado de un poder de asimilación asombroso, y realizó una obra enciclopédica inmensa que entregaba a los pensadores de su tiempo tesoros hasta ese momento inaccesibles de las ciencia latinas, griegas y arabes. Se esforzó, confiesa él mismo, en "juntar los escritos de Aristóteles dispersos en diversas regiones del mundo”. Y en busca de Aristóteles descubrió a muchos otros autores .
Alberto no fue beatificado hasta 1622, y aunque se le veneraba mucho, especialmente en Alemania, la canonización se hizo esperar todavía. En 1872 y en 1927, los obispos alemanes pidieron a la Santa Sede su canonización, pero en las dos ocasiones fracasaron. Finalmente, el 16 de diciembre de 1931, Pío XI, en una carta decretal, proclamó a Alberto Magno Doctor de la Iglesia lo que equivalía a la canonización e imponía a toda la Iglesia de occidente la obligación de celebrar su fiesta. San Alberto, según dijo el sumo Pontífice, poseyó en el más alto grado el don raro y divino del espíritu científico .. Es exactamente el tipo de santo que puede inspirar a nuestra época, que busca con tantas ansias la paz y tiene tanta esperanza en sus descubrimientos científicos", continuaba diciendo Pio XI. San Alberto es el patrono de los estudiantes de ciencias naturales.

El Maestro General de la Orden Dominicana, Humberto de Romans, nos ha dejado estas pinceladas: "Era de buena talla y bien dotado de formas físicas. Poseía un cuerpo formado con bellas proporciones y perfectamente moldeado para todas las fatigas del servicio de Dios".
San Alberto es Magno por la grandeza de su espíritu. Era un hombre abierto a lo universal; escritor y profesor incansable. Como naturalista era un hombre de vocación analítica y observador nato. En sus obras destacan afirmaciones talas como: "Yo lo observé" "Yo hice el experimento" "Esto me lo han referido pescadores o cazadores expertos".
Pero es preciso destacar que San Alberto estudia, investiga, analiza todo en función de la Santa Predicación; por eso utiliza tanto las Ciencias Naturales, Biología, Botánica, Química, Zoología, Arqueología, como la Filosofía y la Teología.
Este sábado 15 de noviembre la Iglesia recuerda a San Alberto Magno O.P.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Guerra en el Congo

La zona de Kivu, en la República Democrática del Congo está de nuevo ocupada por miles de soldados, guerrilleros y tropas irregulares
A pesar de los acuerdos de paz firmados hace dos años, la zona de Kivu, en la República Democrática del Congo está de nuevo ocupada por miles de soldados, guerrilleros y tropas irregulares que se enfrentan y luchan por conseguir la explotación del inmenso patrimonio de recursos minerales de la región, uno de los más importantes del mundo.
Según informaciones de la ONGD salesiana Jóvenes del Tercer Mundo, el Centro Don Bosco de Ngangi, en la frontera del Congo con Ruanda, acoge desde hace 20 años a niños y niña en dificultad. El Padre Mario Pérez, su director, acoge actualmente a una media de 3000 niños y adolescentes.



A día de hoy, y a causa de los combates, llegan al Centro alrededor de 800 niños cada día. Son hijos de los desplazados que rodean el Centro, niños soldados y niñas víctimas de la violencia.
A pesar del silencio vergonzante sobre la situación congolesa, en el Congo se sigue luchando y muriendo. La infancia no asiste a la escuela, muchos no tienen un lugar donde dormir, ni siquiera donde comer. Jean Léonard Touadi, diputado del partido Democrático, ha roto el silencio con este video de llamada urgente.



El silencio sobre esta guerra por parte de los medios es cómplice y culpable. Esconde y justifica opciones políticas y económicas miopes por parte de Occidente ante el sufrimiento de una población que vive en una de las tierras más ricas en recursos del mundo.

Fuente: www.donbosco.es (Portal Salesiano de España)

domingo, 2 de noviembre de 2008

Interesante...

Os recomiendo que pinchéis en este link. Es un foro abierto dentro de la página oficial de los dominicos. Al ser un foro abierto, debemos pensar que las opiniones vertidas en él pueden ser tanto, de personas poco o nada religiosas, como de personas religiosas, en este caso podemos encontrar opiniones sorprendentes por parte de sacerdotes, monjas o frailes.
El tema que se trata es de enorme actualidad y nos permite ver un ilustrativo ramillete de la actualidad. Es largo, pero puede merecer la pena.

(en el foro, el primer mensaje, el mensaje que inició el debate es el de más abajo, y el mensaje más nuevo es el de arriba)

http://www.dominicos.org/foros/hilo.aspx?&idForo=1&idHilo=10425

sábado, 1 de noviembre de 2008

Disculpas

Llevo varios días más agobiado que el fontanero del Titanic y para colmo me he cogido una gripe que ni los trabajadores de Helados Frigo. Así que estoy más parado que un muñeco de peluche en una cama de velcro. Cuando resucite vuelvo (estoy en ello).