miércoles, 5 de marzo de 2008

Santo Tomás de Aquino


Es un frío 28 de enero de 1368, cuando se traslada solemnemente el cuerpo de Santo Tomás de Aquino a Toulousse, de forma que sirvió para fijar la fecha para celebrar la solemnidad que la Iglesia dedica a nuestro Santo Tomás. Anteriormente, en 1288, ya se había exhumado el cuerpo de Tomás, para cortarle una de sus manos y entregarla a su hermana, la condesa de San Severino, y por cierto, se lo habían encontrado incorrupto. Años atrás, en octubre de 1274, según los testigos, los restos de Tomás son encontrados en perfecto estado de conservación y expeliendo una hermosa fragancia que inundaba toda la abadía de Fossanova, el lugar en el que fray Tomás, “el buey”, como le llamaban cariñosamente por su corpulencia, había muerto el 7 de marzo anterior, cuando iba de camino al segundo Concilio de Lyon.

Muchos años antes, en el castillo de Roccaseca, en el condado de Aquino, de donde procede el apellido de la familia de fray Tomás, el conde Landolfo de Aquino y su esposa Teodora Teate, hija de los condes de Chieti vivían en medio de las incomprensibles guerras entre el emperador de Alemania y el Papa de Roma. Los condes Landolfo y Teodora, tuvieron al menos nueve hijos, y al menor de los varones que nació en la Navidad de 1225 se le puso por nombre Tomás. El pequeño Tomás se crió en el ambiente de la gran nobleza en la Italia medieval. Aimone, su hermano mayor fue caballero en la sexta cruzada, Reginaldo fue también caballero pero también fue el primer poeta en lengua italiana del que se tiene noticia, del tercer hermano lo único que se sabe es que se llamaba Landolfo y que ya había fallecido cuando Tomás tenía 35 años, pero adivinamos su oficio de caballero. Las hermanas no fueron menos importantes que los chicos de la familia, María, Teodora y Adelasia, fueron condesas y Narotta, la hermana mayor, fue abadesa del convento benedictino de Santa María de Capua. Por cierto, un hijo de Teodora, casada con el conde de Marsico, tuvo un hijo al que llamó Tomás que siguió los pasos de su tío y tomo el hábito dominico. Hay una hermana más de la que se ignora el nombre y que fue protagonista del primer hecho extraordinario protagonizado por el pequeño Tomás. Una noche, en otoño, quizás el primer otoño en la vida de Tomás, estalló una tormenta con gran aparato eléctrico que provocó un rayo que fue a caer en una de las torres del castillo de Roccaseca, en cuyas habitaciones dormían plácidamente los dos bebés de la familia, Tomás y su anónima hermana. Toda la familia se sobresaltó con el terrible estruendo y cuando corrieron hacia la torre se percataron de que todos los caballos que se guardaban en la cuadra bajo la habitación de los pequeños habían sido fulminados por el rayo, al entrar en la habitación comprobaron que la pequeña también había muerto pero Tomás que dormía junto a ella en la misma cuna estaba vivo. Su madre nunca dudó que Dios guardaba algo para su recién nacido hijo. También se cuenta otra anécdota de Tomás siendo un bebe lactante. Su madre, acompañada por una nodriza que le ayudaba en el cuidado del pequeño Tomás, fueron a unos baños públicos en Nápoles, a pocos kilómetros del castillo de Roccaseca. Cuando la nodriza se dispuso a bañar al niño se percató que tenía un trozo de pergamino fuertemente agarrado en la mano y que apretándolo enérgicamente con su puño no dejaba que se lo arrebataran. Cuando por fin le arrancaron el pergamino de su pequeña manita Tomás se puso a llorar de manera desconsolada. El fragmento de pergamino tenía escritas dos palabras “Ave María”. Desde entonces cuando el pequeño Tomás lloraba , la nodriza lo hacía callar dándole el escrito con la salutación angélica.
Landolfo y Teodora hubieran querido que su hijo Tomás hubiera sido un gran caballero como lo fueron sus hermanos Aimone y Reginaldo. Como no le llamaban las armas, su padre le buscó desde niño acomodo en el monasterio de Montecassino, uno de los más prestigiosos de toda la cristiandad, y donde estaba destinado a convertirse en un rico gran abad. Pero no, el hijo de los condes de Aquino, no quería hacer lo que le dictaban, aquel niño nacido en la Navidad de 1225 fue uno de los más grandes sabios que ha entregado Dios a la humanidad. En unos días, el 7 de marzo recordaremos la fecha de su muerte.

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