El premio Templeton es un galardón internacional que se da desde 1972 por la fundación Templeton a personas que contribuyen a la investigación o los descubrimientos de realidades espirituales. El premio lleva el nombre de su fundador, Sir John Templeton, un empresario americano de origen británico que fue nombrado caballero por Isabel II en 1987 en reconocimiento a su labor como filántropo.
El premio Templeton se llamaba hasta 2001 Premio Templeton para el progreso de la religión y es entregado por el principe Felipe de Edinburgo en una ceremonia en el Palacio de Buckingham. El premio está dotado con 1.170.000 euros y supera al premio Nobel.
¿Qué personas se han llevado este premio?, pues en 1973 la Madre Teresa de Calcuta, en 1974 Roger de Taizé, o en 1995 Paul Davies. La nómina de nombres es impresionante y está llena de científicos, filósofos y teólogos.
Este año ha recibido el premio Templeton Michael Heller, un sacerdote y matemático polaco que ha realizado un estudio que muestra cómo las matemáticas pueden ofrecer pruebas indirectas de la existencia de Dios. Heller es profesor de la Facultad de Filosofía de la Academia Pontificia de Teología de Cracovia, Profesor visitante en el Instituto de Astrofísica y Geofísica de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), en el Instituto de Astrofísica de la Universidad de Oxford (Inglaterra) y en el departamento de física y astronomía de la Universidad de Leicester (Inglaterra). Desde 1986 colabora en el Observatorio Vaticano en Castel Gandolfo y en la Universidad de Arizona en Tucson (EEUU) y fue amigo de Juan Pablo II.
Durante años trabajó afanosamente bajo las asfixiantes estructuras de la era soviética y se ha convertido en una figura en la física, cosmología, teología y filosofía, con un amplio bagaje académico y religioso. Para él, la naturaleza matemática del mundo y su inteligibilidad por parte del ser humano constituye la evidencia circunstancial de la existencia de Dios.
Heller explica:
«Si preguntamos sobre la causa del universo deberíamos preguntar sobre la causa de las leyes matemáticas. Al hacerlo nos situamos en el gran plan maestro de Dios al pensar el Universo, ante la pregunta sobre la causalidad definitiva: ¿por qué existe algo en vez de no existir nada?"
«Al preguntarlo, no estamos preguntando sobre una causa como otras causas. Preguntamos sobre la raíz de todas las causas posibles. La ciencia no es sino un esfuerzo colectivo de la mente humana para leer la mente de Dios desde las preguntas de las cuales nosotros y el mundo parecemos estar hechos»
El modelo teórico propuesto por Heller responde a la idea tradicional de un Dios transcendente que, por otra parte, es el origen creador, el fundamento del ser, del que surge el espacio-tiempo del mundo creado. Este modelo parece sugerir unos ciertos paralelos con la idea de un Dios más allá del espacio-tiempo y, sin embargo, dinámico. Este Dios no sería “eterno” (o sea, con tiempo sin fin), sino simplemente otra cosa distinta, no temporal, más allá del espacio-tiempo, donde privaría la superposición de estados y la simultaneidad. Heller admite el enfoque de la metafísica tomista clásica: la explicación del universo exige una causa primera no mundana y necesaria, sólo atribuible a Dios, ya que al mundo no puede atribuírsele la necesidad. Sólo Dios – y no el universo – puede ser entendido como “causa raíz”, como fundamento del ser, es decir, como ser necesario: sólo Dios puede ser necesario.
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