Ha muerto Irena Sendler. Tenía 98 años, y desde 2007 el gobierno de Polonia la había presentado como candidata al premio Nobel de la Paz. El presidente polaco Lech Kaczunski contaba con el apoyo del Estado de Israel de la mano de su primer ministro Ehud Olmert y de la Organización de Supervivientes del Holocausto residentes en Israel. También las autoridades de Oswiecim, el pueblo polaco donde se situó el campo de Auschwitz, apoyaban la candidatura. Irina Sendler era uno de los últimos grandes héroes de su generación que quedaban vivos. El 12 de mayo, Irina Sendler murió en la residencia de Varsovia donde vivía. La hija del médico, la trabajadora social que trabajaba en un comedor social el día que los nazis invadieron Polonia, llevaba años encerrada en su silla de ruedas. Hoy, sus más de 2500 hijos lloran porque lo que no pudo matar el diablo alemán, lo ha matado el tiempo, que puede con todo. Irena siempre decía que había dos reglas en esta vida, una: que la gente se divide en dos, en buenos y malos sólo por sus actos. Y dos: que siempre había que ayudar a quien lo necesite.
Nos queda la enorme pena de que el Nobel de la Paz se lo ha llevado Al Gore, político reconvertido en ecologista inconvincente, que tienen más de máquina de hacer dinero que de salvador del mundo. Lástima que no exista un premio Nobel póstumo.
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