miércoles, 30 de abril de 2008

¿Qué es un Laico Dominico?




Hay un detalle en la bibliografía de Juan Pablo II, durante sus años en la Polonia ocupada por los nazis, que siempre que la leo me inspira y me da fuerzas. Es el momento en el que el joven Karol decidió entrar en el seminario como un modo de vivir, en actitud de resistencia, ante la degradación de la dignidad humana perpetrada por una ideología brutal, un pensamiento débil, el nihilismo y el relativismo. Al igual que en aquella época este sigue siendo el problema del mundo. Y al igual que Karol Wojtyla también nosotros debemos vivir en una actitud de resistencia ante el nihilismo y el pensamiento débil. La impresión de que las cosas podrían ser mejores, es una sensación que tenemos todos, el problema es cómo hacer para que el mundo que nos rodea sea mejor. Somos protagonistas de la parábola de los talentos, Dios nos ha dado una posibilidad, y debemos aprovecharla. Debemos responder a las nuevas formas surgidas del Concilio Vaticano II, donde el laicado toma un papel importante. Somos cristianos y como tales respondemos con nuestra vida a la realidad que nos toca vivir. Hoy el laico reclama madurez en la experiencia de fe y madurez en las tareas y funciones realizadas en virtud de su fe. Muchas Iglesias locales salen adelante gracias a la participación de los laicos, que conscientes de su vocación cristiana y sus posibilidades para la trasmisión del mensaje evangélico, trabajan en colaboración con sus párrocos, avanzando cada día en el descubrimiento y realización de esa colaboración en la Iglesia. Los laicos aportamos a la Iglesia algo muy importante, nuestra inserción en el mundo, nuestra participación en los problemas y en las urgencias de la vida diaria, nuestra fe, nuestra competencia profesional, nuestras pequeñas habilidades, es decir, el laico es fermento en medio de la masa.
Soy Laico Dominico, y a mi identidad laica hay que unirle la identidad dominica, una identidad que habla de una manera peculiar de vivir en cristiano. Soy un dominico, un miembro de la Orden de Predicadores, el sustantivo dominico denota lo que soy, laico describe qué tipo de dominico soy. También soy ese hombre común que se levanta por las mañanas y va al trabajo, que está presente en el centro del problema. Los laicos dominicos queremos colocarnos ante el complejo mundo de hoy con un nivel de formación adecuado que nos permita situarnos en primera línea ante el diálogo ciencia y fe, en la lucha por los derechos del ser humano, ante el reto del ateísmo y el agnosticismo, ante los problemas de la riqueza y la pobreza, queremos hacerle frente a los problemas que surgen de la política, etc. Esto exige actuar desde la reflexión y la conciencia clara de nuestra misión, que excluye la superficialidad y la ambigüedad como forma de situarse ante la vida. A lo largo de la vida, cambiando o perdiendo su trabajo, mudándose de residencia, casándose, enviudando, criando niños, jubilándose, la participación de un laico dominico en diversos apostolados es variada. Desde el s.XIII somos conocidos como la Tercera Orden de Dominicos o Dominicos Terciarios, hoy, simplemente somos Laicos Dominicos, hombres y mujeres organizados en fraternidades para construir la rama seglar de la Orden de Predicadores, los Dominicos.
Hoy más que nunca tiene sentido ser laico dominico, acercar a Dios a los hombres, desde dentro de una sociedad cada día mas lejos de Dios, llevar a Cristo a los hombres que viven con nosotros y no saben quién es Cristo. Jesús fue hijo, fue aprendiz, fue trabajador, fue alumno, fue maestro... fue muchas cosas que también somos nosotros.
También como dominicos no debemos ejercer esta labor sin preparación y sin una formación adecuada y sabemos muy bien lo entrelazado que está en nuestra vida el estudio, la oración y la compasión. Para un dominico el estudio es algo más que un acopio de conocimientos, es un ejercicio continuo de flexibilidad y de apertura, una lucha contra el dogmatismo, pero sin dejar de beber de las fuentes de la Palabra y la Tradición. Estudiar en clave dominica es examinarlo todo y quedarse con lo bueno. Pero todo conocimiento está cojo si no parte del conocimiento del misterio de Jesucristo. El dominico nunca ha rechazado la luz que la ciencia arrojaba sobre la verdad y nunca debe dejar que se abra una brecha entre ciencia y fe. El estudio es también una forma de oración, la profunda y afectuosa penetración en las Sagradas Escrituras y la reflexión teológica que la rodea es una forma más de descubrir y de entrar en la objetividad de Dios. Contemplar y dar a los otros lo contemplado, el viejo lema de los frailes dominicos, también es exigible para los laicos dominicos. El estudio de la Palabra de Dios, la búsqueda de la verdad y el diálogo con nuestra sociedad es esencial para nosotros, ¿Cómo vamos a anunciar algo que no entendemos? ¿Cómo hablar de Dios si no tenemos palabras que expresen lo que sentimos y vivimos?
Es necesario el diálogo con la nueva cultura que se va abriendo en Europa, hay que descubrir lo que hay de positivo en ello, y sin miedo, denunciar sus excesos y sus peligros. La gente de hoy en día tiene unas convicciones religiosas eclécticas, no tienen muy claro en lo que creen, creen en Dios pero no en la Iglesia, y creen en su propio Dios que fabrican con trozos de aquí y de allá. El hombre contemporáneo quiere una religión a la carta y con descuento al final. Cuanto más mustia es la sociedad en lo religioso más se corre el peligro de la aparición de movimientos tradicionalistas y fundamentalistas. Así que es fácil ver que la sociedad postmoderna es tierra de misión, hay necesidad de reevangelizar occidente. La reevangelizacion es más difícil que la evangelización ya que no se encuentran mentes limpias sino mentes resabidas que no aceptan el diálogo en cuanto sospechan que se va a hablar de Dios. Es necesario, como nos enseñó Santo Domingo de Guzmán, hablar de Dios y con Dios, como sea, con hechos o con palabras.

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