Qué bello es el encanto errante de un cénit poderoso,
triste y bello, es el pensamiento de tierra, divino y eterno.
Pesan en la noche las lentas horas, el suspense tenebroso,
como un fantasma de alma impasible que ha de decorar la mañana.
Luz, viento y música, todo espléndido y sin embargo monótono.
Qué bello es el jardín desnudo de un cénit poderoso.
La cara oculta susurra con cuidado entre hojas secas
que vivir es jugar y que en la soledad el que ríe llora.
Quédate, llora con lágrimas, luego moja el pan,
que aquí estoy arrinconado en la puerta y sin salir de la sombra.
Qué bellos son, embuste, miedo y muerte, el sol y la luna.
Y dicen que me sepultan los instantes en los que viene la costumbre,
que con paz me sepultan los que en un instante muestran frío y alivio.
Qué bello es el encanto errante de un cielo acostumbrado.
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