Eduardo Verástegui era un actor de telenovelas y un cantante mexicano. Verdadero azote de adolescentes. Tiene 33 años y nació en Xicotencalt, al norte de México. Eduardo vive en EEUU y ha exprimido el precio de la fama a base de sobredosis de sexo y drogas, y ha visto cómo le llegaba la fama y cumplía sus “sueños”. Llega un momento en el que toca fondo y se le cruza por su camino Jasmine, una profesora de inglés que le enseñaba a expresarse correctamente para triunfar en Hollywood. Esta mujer es católica y le hace a Eduardo ir al fondo de su vida y despertar en él las últimas preguntas. Jasmine le dejó una herida abierta que fue cerrada por Dios. Eduardo, bajo la ayuda del sacerdote Juan Rivas, comienza a leer, a asistir a misa diaria, a rezar... comprendió que no había nacido para otra cosa que para conocer, amar y servir a Jesucristo. Eduardo en ese momento tenía 28 años y tenía a todo tipo de personas trabajando para él y para convertirse en el próximo “latin lover”. Tras las palabras de su profesora de inglés pasó tres meses llorando, en un estado de depresión y se dio cuenta de que estaba viviendo en una incoherencia total. A punto de entrar en un seminario, el sacerdote Juan Rivas le convence de que Hollywood es el sitio apropiado para un cristiano, “Allí donde está la oscuridad, ahí es donde debes estar porque si Dios cerró los ojos ahí necesitamos ser una luz en la oscuridad”. La historia de Eduardo Verástegui es una de esas conversiones que reclaman examen de conciencia y exigen revisión de la propia vida. ¿Si el pudo, por qué yo no?, se preguntarán muchos, otros se preguntarán, ¿Se trata de locura?. La respuesta no es fácil, tiene que ver con la actitud de correspondencia a la gracia que da Dios, al amor de Dios que es el mismo para todos. La fe no se tiene porque se quiere, la fe viene de Dios y se acepta. Cada uno actúa desde el puesto donde le ha tocado estar. Ninguno es innecesario porque en un cuerpo el corazón vale tanto como el cerebro, la vista o el tacto. Todo depende del fruto que sepamos dar según el papel que tenemos en la vida, del rendimiento que consigamos dar en nuestra vida a lo que recibimos de Dios.
Enlazo una entrevista en la que él mismo cuenta su historia, dura casi una hora pero prometo que vale la pena ganar 54 minutos de nuestra vida para escuchar este testimonio.
http://video.google.com/videoplay?docid=8695735224864343365
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