domingo, 3 de febrero de 2008

Velos y velados


En los últimos años estamos viendo como miles de personas de religión musulmana entran en España para trabajar y tener acceso al estado del bienestar. El problema que tienen es el reconocimiento de su identidad social dentro de la identidad social occidental, cristiana y democrática. La identidad social está relacionada con la independencia y con la autenticidad, es un problema de respeto y reconocimiento de su identidad cultural, muy diferente a la identidad cultural de la sociedad dominante. Podríamos pensar que no es aceptable que exista una sociedad dominante que imponga a estas minorías sus valores y sus leyes. La idea de autenticidad surge de la noción de dignidad humana, en virtud de esta dignidad sería necesario un reconocimiento igualitario para todos los hombres. Pero también en virtud de esa autenticidad hay que reconocer la diferencia, este reconocimiento es un problema cuando diferentes grupos sociales reivindican ideas contradictorias entre sí. La escritora somalí Ayaan Hirsi Ali, escribe en su libro “Yo acuso”: “La violencia contra las mujeres ocurre asimismo en el seno de las familias occidentales, pero los occidentales rechazan la violencia, mientras que en la mayoría de las familias musulmanas se percibe este tipo de violencia como algo que las mujeres se buscan por no atenerse a las normas. La familia y el entorno social no la desaprueban. Razonan: si un hombre te golpea, algo debes haber hecho.” ¿Tenemos que respetar estas actitudes al acoger a musulmanes en Europa? ¿Respetamos la libertad religiosa en Europa o respetamos los derechos de la mujer? El Evangelio nos dice que en Cristo "no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer". (Ga 3, 28). La libertad humana es un bien inalienable, pero no es absoluto, no toda acción por ser auténtica es digna de respeto cuando es inhumana. Unos musulmanes defienden el uso del velo, para mostrar modestia, decoro y pudor, y permitir así que se viva en una sociedad en armonía, en la que cada uno debe desempeñar un papel preciso e inalterable. Desde este punto de vista, la mujer sigue una obligación divina y se somete a la voluntad de Alá y no a la del hombre. Se trata pues de la aceptación voluntaria "impuesta" por Alá. Otros musulmanes piensan que además simboliza una resistencia contra el modelo occidental y utilizan el velo como símbolo de ese Islam "de oposición". Los casos de agresión contra mujeres con velo refuerzan esa necesidad de "resistencia militante", que algunos resumen con la idea "estás con nosotros o contra nosotros, y para demostrar tu lealtad has de llevar el velo". En otro extremo, hay musulmanes que piensan que es una imposición de los hombres y les parece un aspecto "oscurantista" del Islam basado en la política del miedo que consiste en razonar de la siguiente manera: puesto que la mujer es "tentadora" (es culpable del pecado original) ha de cubrirse como se lo ha ordenado Alá, si no, irá al Infierno. Hay musulmanas que viven en perfecta armonía y coherencia el uso del velo. Les parece conveniente y se sienten realizadas y felices así, porque para ellas significa seguir los preceptos de Alá, y exigen el derecho a profesar su fe abiertamente. Hay mujeres musulmanas en occidente que no llevan velo, y hablan de un “velo interior” para evitar las críticas de los varones de sus comunidades. El problema de nuestra sociedad es que se confunden los derechos humanos con derechos sociales y con expresiones de autenticidad. Se exigen preferencias personales como si fueran derechos alienables. En España vamos por un camino que Francia ya ha recorrido. La ofensiva islamista ha destrozado el laicismo existente en las escuelas francesas -cabe decir que en España parece que laicismo se entiende como anticatolicismo- y la batalla en torno al pañuelo es el símbolo de una guerra abierta. Este tema empieza a ser más que un problema religioso, un problema político, y que como he dicho arriba, muchas musulmanas llevan pañuelo como simbólico insulto a la “podrida sociedad occidental, capitalista e imperialista”. He de añadir con estupor a estas reivindicaciones a partidos políticos de izquierdas, que habiendo perdido sus referentes soviético-marxistas y vacíos de ideales se lanzan al antiamericanismo, apoyando a cualquiera, en este caso el mundo islámico, que ataque la sociedad capitalista. Esta cultura islámica que exige respeto a su religión y sus tradiciones es la misma que lanza feroces sermones todos los viernes en las mezquitas de Europa contra la misma Europa.

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