sábado, 28 de junio de 2008

Beata Teresa de Calcuta


Me han regalado “Ven sé mi luz” de la Madre Teresa de Calcuta, un libro que espera ansioso a ser leído en la columna de libros por leer de mi mesa. El libro es el conjunto de la correspondencia que la Madre Teresa de Calcuta tenía con sus directores espirituales. En sus cartas, la beata Teresa, expone sus dudas y el vacío espiritual que llegó a sentir durante años. Lo que para unos ojos no acostumbrados a las cuestiones teológicas puede parecer que no es propio de un santo, para mí, lo es. Los santos no son superhombres o supermujeres que nunca tienen una duda, que nunca vacilan en su fe. Nada de eso, el santo es aquel que duda, aquel que llama y no recibe respuesta, y que a pesar de todo mantiene su fe, mantiene su compromiso con Cristo. De hecho, estas cartas de la beata de Calcuta ya influyeron positivamente en su beatificación, y las publica el procurador de dicha causa, el padre Brian Kolodiejchuk MC. Para Teresa de Calcuta, la mayor pobreza está en no ser amado, no ser querido, no ser cuidado, les decía a sus hermanas de las Misioneras de la Caridad que sin sufrimiento su trabajo sería sólo trabajo social. “Ven sé mi luz” es una experiencia que muchísimos santos han tenido. San Benito, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Ávila, San Vicente de Paúl o ya en nuestro siglo, Santa Teresita de Niño Jesús, todos han escrito desgarradores documentos con sus “noches oscuras del alma”, como las llamó San Juan de la Cruz. Siempre es la misma experiencia, durante esa noche oscura, que puede durar años, la persona participa de la experiencia del abandono de Dios que sufrió el propio Jesús durante la Pasión, me refiero a la noche del Huerto de los Olivos. Por ejemplo Santa Juana de Chantal, la fundadora de la orden de la Visitación de María, sufrió una noche oscura de más de cuarenta años. Pese a todo, Dios está siempre presente. San Columbano en el siglo VI, escribió, "Que no falten en mí esas heridas, Señor. Dichosa el alma que está así herida de amor. Ésa va en busca de la fuente. Ésa va a beber. Y, por más que bebe, siempre tiene sed. Siempre sorbe con ansia, porque siempre bebe con sed. Y, así, siempre va buscando con amor, porque halla la salud en las mismas heridas.”
Por lo que estamos viendo, no nos tiene que extrañar que la Madre Teresa de Calcuta tuviera dudas y periodos de depresión espiritual. Para una persona que fundamenta su vida en sus sentimientos y su estado de ánimo la vida de Teresa de Calcuta es incomprensible. Estar deprimido en medio de la mayor miseria humana es signo de que eres humano, sería anómalo no preguntarse dónde está Dios. Ser capaz de seguir adelante demuestra la presencia de la mano de Dios, demuestra que la respuesta es que Dios está en cada uno de los que trabajan por los pobres y en cada uno de los pobres.
La Madre Teresa de Calcuta escribía en una ocasión: "La mayor enfermedad hoy día no es la lepra ni la tuberculosis sino más bien el sentirse no querido, no cuidado y abandonado por todos. El mayor mal es la falta de amor y caridad, la terrible indiferencia hacia nuestro vecino que vive al lado de la calle, asaltado por la explotación, corrupción, pobreza y enfermedad." En otra ocasión dijo: "Para mi, las naciones que han legalizado el aborto son las mas pobres, le tienen miedo a un niño no nacido y el niño tiene que morir. Si conoces a alguien que no quiere al niño, que le tiene miedo al niño, díganle que me lo dé a mí."
Las Misioneras de la Caridad tienen como todos los religiosos los votos de pobreza, castidad y obediencia, pero ellas tienen un cuarto voto, el servicio a los pobres, a los pobres que no tienen qué comer y a los pobres que sí tienen qué comer pero han perdido a Cristo y no lo encuentran. Las Hermanas de Teresa cumplen sus cuatro votos por todo el mundo en cientos de casas que llaman Tabernáculos, porque en ellas está presente Cristo, y en los que se dedican a moribundos, desahuciados, mujeres, niños, pacientes de SIDA, etcétera… y sin importarles si se trata de musulmanes, hindúes o budistas.

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