jueves, 7 de mayo de 2009

Mi experiencia


Alguien me ha pedido que hablase de mi experiencia como Laico Dominico, como Terciario Dominico.

(Terciario es una terminología anticuada que nosotros ya no utilizamos.)


En primer lugar recomendaría visitar tres páginas web, la primera es www.op.org , la página internacional de los dominicos, entrando en ella entramos en el mundo dominico. Ignoro si la persona a la que me dirijo es española o latinoamericana, no importa, navegando desde www.op.org vamos a llegar a cualquier dominico del mundo.


Si somos españoles, la segunda página que vamos a visitar es www.dominicos.org , es la página que tenemos la familia dominica en España. En ella conoceremos, sobre todo a los frailes, a las monjas y a las hermanas de vida activa, sabremos quiénes son, que hacen, donde y como siguen a Cristo de esta manera tan peculiar que nos enseñó Santo Domingo de Guzmán.


Pero si lo que se pretende es ponerme cara y saber exactamente el tipo de dominico que soy, debemos visitar www.dominicos.org/laicosop/ y poner en marcha un pequeño video, a la derecha de la pantalla, titulado “Id al mundo entero y predicar el Evangelio a toda la creación”. Estamos todos, mis hermanos de Vivero, mi presidenta Marisa, mi “hermano gemelo” Nacho, que por cierto, es el responsable del buen funcionamiento de la página, estoy yo... Una de las frases que aparecen adornando la estética de la página es: “La fe... vivida en comunidad, alimentada por la oración, profundizada por el estudio, encarnada en la compasión.” Estas, y no otras, son las cuatro columnas de los Laicos Dominicos, Comunidad, oración, estudio y compasión.


Ahora, nos acercamos más a mi “ser-dominico”, y vemos cómo el círculo se va haciendo cada vez más pequeño. Ahora me toca a mí retratarme. En algunas fraternidades, como en la que yo hice mi primera promesa, tomamos un segundo nombre, el nombre de una piedad personal que nos ha de acompañar todo nuestro camino como miembros de una de las ramas de La Orden. Yo tomé el de Santo Tomás de Aquino. ¿Por qué Santo Tomás? La respuesta a esta pregunta es la razón de por qué soy Dominico. En primer lugar no sólo Santo Tomás, ya que no hay alumno sin maestro, si digo Tomás de Aquino, junto a él aparece San Alberto Magno, su maestro. Estas dos importantes figuras, no sólo de la religión, sino de la teología, la filosofía y la ciencia, son ejemplos continuos en mis esfuerzos por construirme como persona, como cristiano en un mundo que no quiere cristianos. De hecho, si alguien me pregunta por mi experiencia como Laico Dominico yo voy a nombrar a Santo Tomás de Aquino y su forma de seguir a Cristo estudiando y enseñando, una hora de estudio es una hora de oración, una hora enseñando y presentando a Cristo son dos horas de oración. Mi experiencia como laico dominico, ¿cómo decirlo?, esta llena de pequeños descubrimientos. He descubierto que el ser humano es maravilloso, que esta hecho para ser feliz, he descubierto que Cristo es alegría, y que su alegría junto al Padre es la alegría del Espíritu que se derrama sobre todos nosotros, también sobre ti, aunque no te des cuenta. He descubierto que por mucho que estudiemos teología, por mucho que leamos, escribamos, investiguemos, lo principal, aquello que nos mueve a vivir, sigue oculto pero a la vez delante de nuestras narices, parece raro, pero es así. He descubierto que la oración es una inversión segura para enfrentarte con la vida. Hay que hablar a Dios como si todo dependiera de Él pero trabajar como si todo dependiera de uno mismo. He descubierto que soy predicador. Decía Fray Damián Byrne que el lugar específico de encuentro entre los frailes dominicos y laicos dominicos es exactamente el carisma y el ministerio de la predicación. Por lo tanto formo parte de una comunidad de predicadores en la que somos miembros activos frailes, religiosas y laicos. He descubierto que uno de los oficios de Jesús de Nazaret era el de predicador, y que la predicación del evangelio debe ir acompañada del testimonio de una vida evangélica, esto se consigue con simplicidad, compasión y disponibilidad. He descubierto que una vida sencilla es una vida libre de cosas superfluas, que la compasión se ejerce escuchando y dejándonos tocar por la realidad que nos rodea, solo con los ojos y los oídos abiertos al presente podremos predicar. Antes de hablar debemos escuchar la voz de aquellos ante quienes vamos a hablar. También he descubierto que la disponibilidad es estar dispuestos a que se nos altere la vida, a que nuestros proyectos cambien, a que todo sea distinto a como lo habíamos planeado, simplemente porque Dios es providente.


Mi experiencia como laico dominico me ha hecho descubrir que predicar no solo es un púlpito, catequesis, escuelas de teología, la universidad... también hay que estar despiertos, atentos por si alguien nos necesita, necesita que le escuchemos, que le acompañemos, atentos por si alguien necesita una Palabra (fijaos que pongo Palabra con mayúscula) que le ayude a encontrar el consuelo, que le ayude a encontrar el camino que al final nos llevará a Dios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido Alberto: comparto el contenido de tu post. Sigues creciendo y haciéndote maestro.
Un abrazo.
(sr)Félix, OP