viernes, 28 de noviembre de 2008

¿Qué sentido tiene ser cristiano?


¿Qué sentido tiene ser cristiano?
¿Qué sentido tiene ser religioso?

Todas las religiones persiguen una finalidad común a todas ellas, éste sería buscar un sentido a todo. Por otro lado, la religión que pretenda ofrecerse como algo útil, como algo que nos ayuda a llevar una vida más equilibrada, menos estresante, no es una religión. El “sentido de todo”, como digo, sería Dios. Dios es la medida de todo, también la medida de una vida más equilibrada o menos estresante. La experiencia religiosa parece consustancial al ser humano de todas las civilizaciones y de todas las épocas. Desde la Edad de Piedra hasta hoy los valores han cambiado, pero las creencias, en lo básico siguen. El hombre cree en Dios, pero qué sentido tiene creer, qué consecuencias tiene para la vida cotidiana creer en Dios. El hombre necesita recurrir a una fuerza superior para dar sentido a su existencia, la religión es un fenómeno humano. Es obvio que las verdades a las que nos mantenemos fieles tienen consecuencias sobre nuestras vidas. Si Dios es el sentido de todo, el hecho de ser creyentes, de vivir con las miras puestas en Dios como nuestro fin último debería manifestarse de alguna manera en nuestra vida. Así siendo cristianos, el cristianismo debería producirnos algún efecto, aun admitiendo que no nos hacemos cristianos para alcanzar ese efecto. No le decimos a la gente “tenéis que haceros cristianos porque el cristianismo os hará libres” pero sin embargo esa misma gente debería ver que los cristianos somos libres en un sentido atrayente, incluso intrigante. Finalmente, veríamos a esta gente intentando averiguar la razón, interés que revertiría en el Dios al que rezamos. Los cristianos no se distinguen de las demás personas, no dan muestras de una forma de vida peculiar, pero permanecen en sus lugares de origen como meros transeúntes, como ciudadanos. Pero en esa condición de gente normal soportan todo como si fueran extranjeros. Esto se decía de los cristianos de los primeros siglos, pero, ¿Hay algo de especial en la forma en la que vivimos los cristianos de hoy en día? La espiritualidad abunda, la postmodernidad es como un supermercado de fe y salvación, cada individuo puede optar a su propio reino de los cielos, el hombre busca la seguridad en Dios y abre cualquier cajón para encontrarlo y se encuentra con lo que se encuentra, ¿Avanzamos a una fe a la carta? El ser humano necesita de la religión como un producto más en su proceso de construcción de su mundo y de su propio yo. En Europa existe un hambre espiritual. Cada vez son más los jóvenes que se definen como personas religiosas, que buscan un sentido a sus vidas por medio de la religión. Pero suelen estar más interesados por la espiritualidad que por los aspectos doctrinales de una Iglesia. Los jóvenes europeos creen sin necesidad de pertenecer a una organización. Necesitamos creer, ¿Por qué creemos? La historia cambia pero la búsqueda de Dios continúa. Hoy en día nuestra sociedad está sometida a un ataque contra la confianza depositada en la ciencia y la tecnología. El mundo está fuera de control y perdemos la confianza en que podamos controlar el mundo de una manera racional. El mundo no se ha desmitificado como se profetizaba a finales del s.XIX. Tras el infame s.XX, el s.XXI se rebela contra la racionalidad y la religiosidad ocupa un lugar importante en la cultura. Las preguntas existenciales: ¿Quién soy?, ¿Cuál es el sentido de la vida? Siguen surgiendo. Para el hombre es insoportable la idea de que es un producto del azar y prescindible. El ser humano sabe que existe y se da cuenta que no existe necesariamente. La pura razón no da la felicidad, el mundo que conocieron los que nos han educado se ha derrumbado y ahora nos enfrentamos a un mundo nuevo, la sociedad del riesgo, un mundo que ya no es bipolar y donde las telecomunicaciones, la ingeniería genética y la cultura digital han entrado de lleno. El mundo se ha quedado sin alma, pero el hombre busca el contacto con Dios, desea la traducción de su pequeño yo a un eterno todo. Cada ser humano necesita respuestas.
La fe cristiana puede ser la respuesta, es la “buena noticia”. ¿Por qué los jóvenes no la ven como una buena noticia, por qué las afirmaciones de los cristianos sobre la fe parecen tan poco convincente y aburridas. ¿es posible que los cristianos no tengan nada llamativo o diferente?. A lo largo de estos últimos años todas las Iglesias cristianas han hecho grandes esfuerzos por difundir el Evangelio. Las diócesis y las parroquias han diseñado toda una serie de ambiciosos proyectos para dar a conocer la fe. Pero por lo general el efecto ha sido escaso. Hablamos de amor, de libertad, de felicidad… pero a menos que los demás vean en nuestras Iglesias lugares en los que las personas sean libres, por qué va nadie a creernos. Jesucristo hablaba con autoridad, sus palabras causaban impresión porque se reflejaban en una vida llamativa. Lo que está claro es que los cristianos no somos mejores que otras personas. Jesucristo venía a llamar a los pecadores y no a los justos. La Iglesia es un hogar para aquellas personas que llevan una vida desastrosa. El primer cristiano que subió al cielo es el ladrón que fue crucificado con Jesús. Una comunidad que fundamente su existencia en la afirmación de una superioridad moral, no sólo sería repulsiva, sino que invitaría a su miembros a buscar defectos entre sí y al final a su disolución. La prensa y la política ataca frecuentemente a la Iglesia porque le parece, da por sentado, que el cristiano debe ser mejor que los demás, debe ser un hombre perfecto. Ni mucho menos, el cristiano no es mejor que los demás, no es moralmente superior a los demás, simplemente, el cristiano es una persona que se ha dado cuenta de su inferioridad frente a un ser trascendente, una persona que se ha dado cuenta que no es perfecta ni es el centro de todo. El objeto de la fe cristiana no son las palabras en sí mismas, sino aquello que dicen las palabras, la cosa sobre la que hablan. Las palabras son vehículos de comunicación cuando conseguimos que apunten hacia algo que está más allá de ellas mismas. Decimos “Dios es amor”, pero esto es una declaración sin sentido si aquél que la ha pronunciado no vive en una comunidad que verdaderamente ame, por muy torpe o imperfecto que sea ese amor. Decimos “Jesús ha resucitado”, pero si no existe ningún signo de resurrección en nuestras vidas, ningún signo de haber renacido a una vida nueva en el bautismo, nuestras palabras no significan nada. El europeo del s.XXI es, por lo general, ignorante en lo que respecta a la fe religiosa, pero es un error esforzarse en elaborar documentos y teorías pedagógicas a menos que, a la vez, realicemos un esfuerzo de verdad por hacer de la Iglesia un espacio de libertad, valentía, alegría y esperanza. Las palabras que decimos deben ser consecuentes con nuestras vidas y deben tener consecuencias en nuestras vidas. Las personas que escuchan o leen nuestros documentos deben percibir la libertad que se desprende de nuestras vidas, sólo así se predica el Evangelio. El sentido del cristianismo apunta a nuestra vida, que es Dios. La existencia del hombre tiene un sentido último, de no ser así toda religión sería una pérdida de tiempo. Nuestra fe no reside en una lucha por encontrar el camino hacia Dios, sino que nuestra fe reside en que Dios ha salido en nuestra búsqueda y nos ha encontrado. Dios, verdaderamente, está presente en la vida de cada persona, al margen de que esa persona le reconozca y le diga sí. Así pues, el fin último de nuestra vida ya está presente aquí y ahora de alguna forma. El predicador no debe pensar que lleva a la gente a Dios, el predicador debe hablar sobre aquél que nunca ha dejado de estar con nosotros, debemos hablar de manera que la gente se dé cuenta de que Dios está aquí con nosotros. La libertad no consiste sólo en elegir entre distintas alternativas, la felicidad es algo más que una mera emoción agradable. Las dos implican tomar parte en la vida de Dios, y ello exige de nosotros una suerte de morir y resucitar. Se necesita valor y fortaleza para permitir que el Dios que está con nosotros pueda liberarnos y llenarnos de felicidad. La libertad y le felicidad son algo mas que unos meros procesos mentales. Estar orientado hacia Dios no consiste únicamente en creer que Dios es el objetivo de mi peregrinación a lo largo de mi vida. Es en Dios donde la humanidad encontrará su unidad y su sentido último.

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