sábado, 15 de noviembre de 2008

Fr Alberto de Bollstäd O.P. (San Alberto Magno)



Cerca de la famosa catedral gótica de Colonia tienen los dominicos alemanes una casa. Esta casa, construida tras la Segunda Guerra mundial, sustituye a un convento destruido en las guerras napoleónicas y en la que ya había dominicos desde 1221. Adherida a la casa hay una bella iglesia románica, destruida en la Segunda Guerra Mundial, pero reparada con muy buen gusto y llena de una iconografía típicamente dominica. En 974 ya se consagró en ese mismo lugar una iglesia, pero la actual se empezó a construir en 1200. Debajo del Altar hay una oscura cripta, que formaba parte de la primitiva iglesia de 974, muy sencilla, de techos bajos pero no aplastantes, tiene el suelo a dos niveles, y en el nivel bajo, disimuladamente descansa san Alberto Magno. Su sepulcro es una sencilla piedra sin pulir ni labrar, de líneas rectas, rodeado por cuatro grandes cirios, un pequeño crucifijo en la pared y a sus pies un reclinatorio para rezar, en el que el 15 de noviembre de 1980, el papa Juan Pablo II se inclinó para rezar ante el santo. Así de sencilla es la tumba de uno de los mas grandes dominicos que ha dado la historia. Un bábaro que se abalanzó hambriento sobre todo el saber del que se disponía en su época y la puso al alcance de sus contemporáneos. Escribió de todo porque todo le gustaba, cerca de 38 volúmenes sobre lógica, metafísica, matemáticas, física y química, medicina y astronomía, fisiología animal, filosofía y teología, comentarios a los antiguos griegos y romanos, sin excluir varios ensayos sobre saberes prácticos, como por ejemplo un manual del perfecto jardinero. Sus descripciones todavía son útiles a los científicos que hay en día las quieren utilizar. Fue un dominico dedicado a compilar todo el saber de su época, un curioso de la especulación, un apasionado de la naturaleza y de la cultura antigua. Su obra no es un momento en la historia de la ciencia, sino que hoy en día los largos trazos de sus palabras nos alcanzan. Sus aportaciones más interesantes se hallan en el campo de la filosofía y de la teología, fue él quien preparó el material que habría de usar Santo Tomás de Aquino para su genial síntesis, que el mismo Alberto conoció y defendió cuando los escritos de Tomas fueron acusados de heterodoxia. Fue tan grande que el título de magno ya se lo daban sus propios contemporáneos.

De origen suabo, de babaria, pertenecía a la familia Bollstädt y nació en el castillo de Lauingen, a orillas del Danubio, en 1206. Su padre era caballero al servicio del emperador de Alemania Federico II. Lo único que sabemos sobre su juventud, es que estudió desde los 16 años en la Universidad de Padua donde vivía su tío y con el que vivía en dicha época. Allí se tropezó en 1222, con el Beato Jordán de Sajonia, nuestro segundo maestro general, el sucesor de N.P santo Domingo, quién lo dirigió hacia la vida religiosa. En una carta a la Beata Diana de Andelo, el venerable Jordan, le escribía que había admitido en la orden a diez postulantes, "y dos de ellos son hijos de condes alemanes". Uno de estos hijos de conde era Alberto de Bollstäd. Cuando el conde de Bollstädt se enteró de que su hijo quería vestir el hábito de los frailes mendicantes, se enfureció muchísimo. Alberto mostraba una verdadera pasión por el estudio y un generoso desprendimiento de los bienes terrenos, ante esto el enfurecido padre de Alberto habló de sacarlo por la fuerza de la orden. Lo apropiado en aquella época, siendo de familia noble, era vestirse la armadura y con lanza en ristre enredarse en los innumerables conflictos que salpicaban la Europa del s. XIII o encerrarse en alguno de los ricos monasterios que seguían la regla de San Benito y dedicarse a recaudar beneficios e indulgencias. Pero Alberto quería ser dominico, quería ser uno de esos nuevos religiosos que poco a poco estaban revolucionando la vida religiosa europea y la estaban sometiendo a una profunda revisión. Ante el peligro de que su hacendado padre le obligara a abandonar su vocación de pobreza y dedicación a los libros, sus superiores le alejaron de su familia y le enviaron discretamente a otro convento, seguramente el de Colonia, donde estaba la escuela mas importante de la orden. Una vez llegó Alberto a Colonia los problemas con su familia cesaron. Ocho años después en 1228 Alberto ya enseñaba en Colonia y en 1229 se vistió definitivamente el habíto blanco y la capa negra.

París era entonces el centro intelectual de Europa occidental y Alberto fue enviado allí para pasar algunos años como maestro subordinado hasta obtener el grado de profesor en aquella famosa universidad. Sus clases se hicieron famosas y la concurrencia de estudiantes a sus explicaciones fue tan grande que en ocasiones debía enseñar en la plaza pública, la cual, aunque pocos lo saben, lleva su nombre. Se trata de la Plaza Maubert, nombre que viene de "Magnus Albert". Su época parisina terminó cuando instaron a Alberto a abandonar Paris para ser elegido superior provincial de la provincia de Alemania. Llegamos a 1248 y los dominicos determinaron entonces abrir una nueva Universidad en Colonia y para el papel de rector qué mejor que nombrar para tal fin a San Alberto. Desde entonces hasta 1252, tuvo entre sus discípulos a un joven fraile llamado Tomás de Aquino. El principal mérito científico de San Alberto reside en que, al caer en la cuenta de la autonomía de la filosofía y del uso que se podía hacer de la filosofía aristotélica para ordenar la teología, re-escribió, por decirlo así, las obras del filósofo Aristóteles para hacerlas aceptables a los ojos de los críticos cristianos. Por otra parte, aplicó el método y los principios aristotélicos al estudio de la teología, por lo que fue el iniciador del sistema escolástico, un sistema filosófico y científico que determinó la edad media y que su discípulo Tomás de Aquino había de perfeccionar para dar paso al renacimiento. Así pues, fue San Alberto el principal creador del "sistema predilecto de la Iglesia", con el que su discípulo, Tomas de Aquino se convirtió en el gran adalid del progreso y cuyas enseñanzas resuenan como las de su maestro en todo el mundo, y por otra parte como el mismo Alberto había profetizado. Cuentan sus contemporáneos que cierto día en clase, el maestro Alberto se dio cuenta de que los alumnos se reían de uno de ellos, de Tomas, al que por su corpulencia y por su silencio era llamado con sorna, “El buey mudo”. Alberto, se enfadó y avisó a los alumnos que guardasen en su memoria al buey mudo por que sus mugidos iban a ser escuchados en todo el mundo. La teología de aquella época se limitaba a coleccionar y explicar los argumentos de los Padres de la Iglesia, especialmente San Agustín. La gran característica de san Alberto fue la integración de la obra de Aristóteles dentro del pensamiento cristiano. Incluso, en ciertos momentos se le llegó a prohibir la enseñanza en la universidad, ya que la jerarquía eclesiástica no estaba preparada para tal avance científico. Alberto distingue claramente entre dos asuntos, el natural y el sobrenatural, la teología y la filosofía. Sobre la filosofía reina la teología. Sin embargo, la teología no debe contradecir a la naturaleza, a la razón, al contrario, la fe completa la filosofía. La filosofía contiene ciertas verdades que pueden ser completadas por la teología. Por lo tanto ambas ciencias, teología y filosofía, ciencia y fe no deben rechazarse, sino que deben acogerse la una a la otra. El trabajo de Aristóteles, el filósofo no cristiano por excelencia no debía ser eliminado por el pensamiento cristiano, como hasta el tiempo de Alberto se hacia. Alberto y su discípulo Tomas de Aquino, tuvieron muchos problemas precisamente por alimentar el cristianismo con la filosofía de Aristóteles. Para más estupor de sus contemporáneos, Alberto toma contacto con la obra de Aristóteles de la mano de pensadores árabes como Averroes y Avicena, traducidos al latin en la escuela de Toledo, ya que no había manera de acceder a las obras de los clásicos griegos. La cristiandad de aquella época era muy celosa de la ortodoxia y tenia mucha previsión con aquellos pensadores cuyas ideas resultaban revolucionarias, y la idea de Alberto era tan revolucionaria que hoy en día el papa Juan Pablo II la ha revalidado, como plénamente actual, en su encíclica Fides et Raito.

Alberto reunió y seleccionó los materiales, echó los fundamentos y Santo Tomás construyó el edificio. Al mismo tiempo, Alberto se mantenía humilde, y pese a venir de una familia noble, cuando viajaba lo hacía andando y subsistiendo de la limosna. Alberto rezaba así: "Señor Jesús pedimos tu ayuda para no dejarnos seducir de las vanas palabras tentadoras sobre la nobleza de la familia, sobre el prestigio de la Orden, sobre lo que la ciencia tiene de atractivo". Como dato curioso, no me resisto a citar que en sus extensas investigaciones sobre geografía manifestó la influencia de la latitud en el clima y en la descripción sobre la tierra demostró que esta era redonda.


Hemos dicho que en 1254, fue nombrado provincial en Alemania. Dos años más tarde, debido a su alto cargo asistió al capítulo general de la orden en París, donde, para aumentar la humildad tradicional de la orden, se prohibió a los dominicos que aceptasen en las universidades el título de "maestro" o "doctor" o cualquier otro tratamiento que no fuera el de su propio nombre. Para entonces, ya se le llamaba a San Alberto "el doctor universal", y el prestigio de que gozaba había provocado la envidia de los profesores laicos contra los dominicos. Estas dificultades provocadas por la desazón de los profesores laicos, había costado a Santo Tomás y al franciscano San Buenaventura un retraso en la obtención de sus doctorados. San Alberto entró de lleno en estas disputas y fue enviado a Italia a defender a las órdenes mendicantes contra los ataques de que eran objeto en las principales ciudades universitarias de Europa.

En 1260, Alberto fue ordenado obispo de la sede de Regensburgo, la cual, según se le informó, era "un caos, tanto en lo espiritual como en lo material". San Alberto fue obispo de Regensburgo menos de dos años, pues el mismo Alberto pidió a Papa Urbano IV la renuncia, para regresar a la vida de comunidad en la casa de Würzburg y enseñar en Colonia. Alberto se sentía hecho mucho más para la enseñanza y el estudio que para la política. Pero en ese breve período que tuvo la dignidad de obispo hizo mucho por remediar los problemas de aquella diócesis. Su humildad y pobreza eran ejemplares. Desgraciadamente, los intereses creados y la persistencia de ciertos abusos no permitieron al santo terminar la obra que se había propuesto. Al año siguiente, la fama del santo hizo que el papa Urbano IV se fijara otra vez en él y le ordenó colaborar en la predicación de la Cruzada en Alemania con el franciscano Bertoldo de Ratisbona, en aquel año de 1260 toda la cristiandad debía ayudar al emperador Miguel VIII de Nicea a recuperar Constantinopla. Un hecho que acaeció entre la séptima y la octava cruzada.

Una vez terminada esa tarea, San Alberto regresó a Colonia, donde pudo dedicarse a escribir y enseñar varios años hasta 1274, año en el que se le mandó asistir al Concilio Ecuménico de Lyon, una importante cita para la Iglesia, y donde iba a encontrarse con su antiguo discípulo Tomás. En vísperas de partir, se enteró de la muerte de su querido alumno, entonces se dijo que por un revelación divina, pero hoy en día sabemos que en ciertas ocasiones podemos sentir la muerte de un ser querido aunque estemos alejados físicamente de él. A pesar de la impresión que sufrió al confirmar la prematura muerte de su querido Tomas, y de su avanzada edad, Alberto, que tenia por entonces 68 años, tomó parte muy activa en el Concilio de Lyon, trabajando ardientemente por la reunión con la Iglesia griega, y apoyando con toda su influencia la causa de la paz y de la reconciliación de todos los cristianos.

Probablemente, la última aparición que hizo en público tuvo lugar tres años más tarde, cuando el obispo de París, Esteban Tempier, y otros personajes, atacaron violentamente ciertos escritos de Santo Tomás. El anciano Alberto partió apresuradamente a París para defender la doctrina de su difunto discípulo, y que coincidía en muchos puntos con la suya, y propuso a la Universidad que le diese la oportunidad de responder personalmente a los ataques; pero ni aun así consiguió evitar que se condenasen en París ciertos puntos. Años después dichos puntos serian rehabilitados y la enseñanza de Alberto y Tomás fue declarada oficial para la Iglesia. El papa Juan Pablo II dijo en una ocasión sobre santo Tomas algo que podría ser extensivo a san Alberto, ya que en ocasiones maestro y alumno se disuelven: "Este gran doctor, cuya enseñanza ha sido tantas veces alabada y recomendada por mis predecesores, también intercede hoy y constituye un ejemplo para todos los miembros de la escuela católica. En la vida y en la obra de Santo Tomás encontraréis el modelo tanto del discípulo como del enseñante católico."

Contaba san Alberto que, de joven, le costaba mucho estudiar y que por eso una noche se dispuso a huir del colegio donde estudiaba. Pero al tratar de huir por una escalera colgada de una pared, cuando llegó a la parte de arriba se encontró con Nuestra Señora la Virgen María que le dijo: "Alberto, ¿por qué en vez de huir del colegio, no me rezas a mí que soy "Causa de la Sabiduría"? Si me tienes fe y confianza, yo te daré una memoria prodigiosa. Y para que sepas que fui yo quien te la concedí, cuando ya te vayas a morir, olvidarás todo lo que sabías". Aquello sucedió como la Virgen le dijo. En 1278, cuando dictaba una clase, le falló súbitamente la memoria y perdió la agudeza de entendimiento. Después mandó construir su propia tumba, ante la cual rezaba todos los días el Oficio de Difuntos y dos años después, murió apaciblemente, sin que hubiese padecido antes enfermedad alguna, cuando se hallaba sentado conversando con sus hermanos en Colonia. Era el 15 de noviembre de 1280, tenia 74 años. Agotado, Alberto vivió sus últimos años en una “noche del espiritu”, su inteligencia y su prestigiosa memoria desapareció. Sus innumerables discípulos todavía se empeñaban en visitarle para consultarle, pero él mismo, consciente del mal que sufría, se limitaba a responderles “Alberto ya no existe, Alberto ya no es Alberto”. Sus contemporáneos decían de Alberto: “Es un hombre extremadamente estudioso, que ha visto una infinidad de cosas, dotado de grandes medios y que de esta suerte ha podido reunir una multitud de conocimientos en el inmenso océano de cuanto ocurre”. Estaba dotado de un poder de asimilación asombroso, y realizó una obra enciclopédica inmensa que entregaba a los pensadores de su tiempo tesoros hasta ese momento inaccesibles de las ciencia latinas, griegas y arabes. Se esforzó, confiesa él mismo, en "juntar los escritos de Aristóteles dispersos en diversas regiones del mundo”. Y en busca de Aristóteles descubrió a muchos otros autores .
Alberto no fue beatificado hasta 1622, y aunque se le veneraba mucho, especialmente en Alemania, la canonización se hizo esperar todavía. En 1872 y en 1927, los obispos alemanes pidieron a la Santa Sede su canonización, pero en las dos ocasiones fracasaron. Finalmente, el 16 de diciembre de 1931, Pío XI, en una carta decretal, proclamó a Alberto Magno Doctor de la Iglesia lo que equivalía a la canonización e imponía a toda la Iglesia de occidente la obligación de celebrar su fiesta. San Alberto, según dijo el sumo Pontífice, poseyó en el más alto grado el don raro y divino del espíritu científico .. Es exactamente el tipo de santo que puede inspirar a nuestra época, que busca con tantas ansias la paz y tiene tanta esperanza en sus descubrimientos científicos", continuaba diciendo Pio XI. San Alberto es el patrono de los estudiantes de ciencias naturales.

El Maestro General de la Orden Dominicana, Humberto de Romans, nos ha dejado estas pinceladas: "Era de buena talla y bien dotado de formas físicas. Poseía un cuerpo formado con bellas proporciones y perfectamente moldeado para todas las fatigas del servicio de Dios".
San Alberto es Magno por la grandeza de su espíritu. Era un hombre abierto a lo universal; escritor y profesor incansable. Como naturalista era un hombre de vocación analítica y observador nato. En sus obras destacan afirmaciones talas como: "Yo lo observé" "Yo hice el experimento" "Esto me lo han referido pescadores o cazadores expertos".
Pero es preciso destacar que San Alberto estudia, investiga, analiza todo en función de la Santa Predicación; por eso utiliza tanto las Ciencias Naturales, Biología, Botánica, Química, Zoología, Arqueología, como la Filosofía y la Teología.
Este sábado 15 de noviembre la Iglesia recuerda a San Alberto Magno O.P.

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