viernes, 17 de octubre de 2008

Pecado y redención


En el cristianismo la noción de pecado no es exclusivamente moral, no equivale sólo a falta, delito o culpa. Pecado es mas bien, tropezón, paso en falso, error y a partir de estas nociones llegamos a culpa o delito. En el Nuevo Testamento, donde no hay demasiadas referencias al pecado, sí abunda el perdón de los pecados, la conversión y la gracia que quita el pecado del mundo por Jesucristo. El pecado es algo religioso antes que jurídico y moral, considerar al pecado solamente algo moral es debilitar su sentido. La condición del pecado en el hombre no es algo específico en él, es sólo una posibilidad, un peligro nacido de la libertad. A lo largo de la historia se ha insistido mucho en el pecado y su constante referencia ha hecho que se vea como algo inevitable. El sacramento de la penitencia ha tenido mucho peso en la manera de ver esto, sobre todo por los católicos. Actualmente el nuevo Catecismo alivia la necesidad de la confesión de los pecados, haciéndolo obligatorio sólo para los pecados graves, devolviendo la dignidad de un sacramento que había degenerado en chismes y escrupulosidad social.
La reforma protestante introdujo modificaciones. La creencia del absoluto predominio de la fe en detrimento del valor de las obras parecía atenuar la importancia del pecado, por lo menos del cometido libremente por el hombre. Pero el pesimismo teológico, es decir, la conciencia de la corrupción total de la naturaleza humana, de que la propensión a pecado es ya pecado, lleva a la anulación de la libertad y a dar más importancia de la debida a la noción de la predestinación.
En el catolicismo, el pecado ha tenido mucha importancia, tanta que la saturación ha hecho que las personas lo olviden o que se le otorgue una importancia que no tiene. Una consecuencia grave ha sido la disminución de la consideración positiva de la religión y de la consideración de sentirse hijos amados de Dios, no es frecuente sentirse Hijos de Dios. Son muchos los católicos que no se han tomado en serio la redención, que no viven como protegidos de Dios y salvados mediante la gracia. Desde el s. XVIII se asiste a la secularización, donde la noción de pecado ha perdido todo sentido para las grades masas de ciudadanos en el s. XX y XXI. Incluso para muchos el pecado ha quedado sólo como algo atractivo y divertido. El pecado es algo que gravita en una sociedad que no es cristiana pero que lo ha sido. Y para los que sí se consideran cristianos ha habido un alejamiento entre la doctrina y la vida cotidiana, hay un olvido de la noción de pecado. Hoy en día es difícil encontrar la convicción libre y abierta de que el pecado es real y que es una amenaza, pese a que en ningún modo debe condicionar la propia vida. Examinando la perspectiva cristiana sobre el pecado, se ve que pocas veces el pecado se ha tratado satisfactoriamente. En la Edad Media todo se oscureció y dominó una visión obsesiva del pecado. Pero actualmente, la debilitación o desaparición de la noción de pecado no ha iluminado el horizonte en este tema. Al contrario, a medida que se atenúa la noción del pecado se atenúa la moral. En nuestra sociedad el hombre está desorientado y confundido moralmente en paralelo a la pérdida del sentido personal de la vida humana. El pecado es un riesgo real para el hombre, aunque no debe sentirlo como algo propio de la condición humana.

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