jueves, 11 de septiembre de 2008

Los cátaros


Pedro de Vaux de Cernai, fue secretario del abad del Cister, y parece que gobernó en lo espiritual la diócesis de Carcasona. El siglo que le tocó vivir fue uno de los más espléndidos de la Iglesia gracias a la reforma que se había producido paulatinamente desde el s. X. Él, como cisterciense, era sucesor en cierta medida de los impulsores de esta reforma y que supuso un renacimiento en lo religioso, cultural y artístico de la cristiandad. El deseo de llevar una vida mas austera de muchos cristianos hizo que aumentasen las vocaciones tanto para el Cister como para el Cluny, las dos grandes órdenes de la época, pero estamos en el s. XIII y desde hace un siglo se empieza a ver muestras de decadencia y de descuido de la observancia de la Regla de San Benito, en buena parte por las grandes riquezas, posesiones y favores concedidos a los monasterios. El inicio de la decadencia de la orden a la que pertenecía Pedro de Vaux de Cernai puso en guardia a algunos monjes y pusieron en marcha una nueva reforma, se volvió a establecer rigurosamente la regla benedictina, se simplificó la liturgia y se empezó a hacer hincapié en la soledad y la pobreza. Frente a un mundo cada vez más interesado por la riqueza material y por el comercio y el lucro, aparece un nuevo estilo de vida diferente. Personas como San Francisco de Asís o Santo Domingo de Guzmán renunciaron a los bienes y la propiedad y empezaron a predicar el evangelio desde la pobreza evangélica. Pedro Valdo, fundador de los valdenses, formaría parte del grupo de no ser porqué renegó de la jerarquía eclesiástica. Cada uno a su manera, San Francisco y Santo Domingo siempre buscaron la aprobación de la autoridad papal para llevar a cabo su ideal de pobreza, si bien es cierto que San Francisco fue mucho más atrevido y de su fundación surgieron los fraticelli, unos franciscanos que habían convertido el ideal de San Francisco en una herejía. Si las comunidades franciscanas y dominicanas pueden mantenerse fiel al ideal de la pobreza evangélica es por que a diferencia de cluniacenses y cistercienses vivían en las ciudades y disfrutaban de la limosna de una potente burguesía urbana. Aislados en el mundo rural como el Cister o Cluny hubiera sido difícil. Por otra parte el éxito de estas ordenes, así como de Pedro Valdo o de la propia herejía cátara estriba en que predican el Evangelio desde el ejemplo, desde la pobreza evangélica. Santo Domingo de Guzmán canónigo de Osma fue enviado, por Inocencio III, junto con su Obispo Diego a predicar entre la herejía albigense, allí se encontró con una densa población que sufría grandes penurias que acabaron por extenderse a toda Europa, se hablaba de “multitudes de pobres”. Pedro de Vaux de Cernai escribía en 1212 o 1213 una obra llamada la Historia Albigensis, y en ella describe la decisión que toman Diego de Osma y Santo Domingo en junio de 1206, de abandonar la relativa comodidad de sus cargos eclesiásticos, deshacerse de sus equipajes y abrazar la pobreza para predicar el Evangelio en medio de los pobres “tapando la boca a los malvados”. Los legados del Papa, estaban desanimados al no conseguir ninguna conversión entre los cátaros. Mientras los jefes de la herejía viven austeramente al nivel de los campesinos y las gentes humildes, los legados viajaban con un lujoso séquito, y a la hora de predicar el evangelio no eran tomados en serio. Santo Domingo, se dio cuenta de ello y pensó que “con un clavo se saca otro clavo”.
Es la herejía cátara sobre la que trata el texto de Pedro de Vaux de Cernai. Esta herejía era en cierta medida peligrosa, su atractivo radicaba en el gnosticismo y el maniqueísmo, y desembocaba en fanatismo moral y en la lucha de clases. El catarismo caló entre las clases populares de Languedoc, pero también en la nobleza, en gran medida, como respuesta a los abusos de la jerarquía eclesiástica. Fundamentalmente los cátaros eran dualistas, interpretaban el espíritu como bueno y lo material como malo, de aquí subyace que la liberación de las almas estaba en función de una estricta ascesis que les llevaba a extremos como el suicidio por inanición llamado “endura”. Hay ideas gnósticas mezcladas con ideas reformistas reflejando el sincretismo propio de los cátaros. El texto de Pedro de Vaux habla de los herejes, si bien, son noticias procedentes de conversos o de misioneros, que en ocasiones puede dejarse llevar por exageraciones propias del respeto, o quizás miedo, que los monjes podrían tener a los herejes, pero no hubiera sido difícil comparar los testimonios de los predicadores con el de los conversos. A Pedro de Vaux le llama la atención la mención a María Magdalena como mujer adúltera y concubina de Jesús. Si bien la Magdalena no es mencionada claramente en los Evangelios como adúltera sino como mujer de la que fueron expulsados siete demonios (Lc 8, 2), la alusión a ser concubina de Jesús nos recuerda que ciertas herejías viajan ocultas por la historia saliendo a la superficie cada cierto tiempo. Hay dos tipos de literatura sobre la herejía cátara hoy en día, una de clara inspiración gnóstica y muy poco prudente, y otra más seria basada en los testimonios en los que se basa Pedro de Vaux de Cernai. No podemos comparar las dos literaturas ya que los nuevos gnósticos defienden el catarismo acusando a personas como Pedro de Vaux de Cernai de manipular testimonios para demonizar a los cátaros.
La Iglesia en un principio mandó a predicadores, cuyos escasos resultados inspiraron a Santo Domingo de Guzmán su Orden de Predicadores. Dada la actitud violenta de la nobleza cátara, que habían asesinado a un legado papal, finalmente Inocencio III predicó contra los cátaros una cruzada. En el s. XIII la fe se defendía con la misma intensidad con la que nos defendemos hoy del terrorismo islámico, la diferencia está en que cada época tiene sus formas. Mientras tanto, Santo Domingo de Guzmán, predicó con métodos totalmente pacíficos y condescendientes.
Efectivamente la Inquisición es posterior a Santo Domingo pero Berruguete, que pintó el auto de fe en 1504, le representa presidiendo un Tribunal de la Inquisición. Remontándonos en el tiempo no faltan dominicos que reivindican el papel de Santo Domingo como primer inquisidor, pero la cronología desmiente el dato, la Inquisición no se instituyó en Languedoc hasta 1234, y Santo Domingo de Guzmán murió en 1221. Sin embargo es cierto que desde el primer momento los dominicos participaron en la Inquisición, debido a lo valioso que debía resultar su formación teológica para la valoración de las doctrinas sospechosas de herejía. El cuadro de Berruguete refleja un hecho ficticio que busca, probablemente, una legitimación a posteriori de la actividad de la Inquisición mostrando al fundador de los dominicos como gran inquisidor, cosa históricamente falsa, pero de gran fuerza simbólica para la Orden y la Iglesia. El hecho de que el cuadro estuviese colocado en una de las juderías más importantes del s. XVI nos revela que el cometido del cuadro era claramente disuasorio.
Los métodos persuasivos de Santo Domingo son en cierto modo figura de los métodos que tenemos que utilizar hoy en día para catequizar a esta sociedad incrédula. De la misma forma que Santo Domingo “sacaba un clavo con otro clavo”, es decir, predicaba al pobre desde la pobreza, actualmente tenemos que buscar la forma de reparar la conexión que existe entre el que predica y el que escucha. Tenemos que encontrar un clavo que saque el clavo que nos impide llegar al hombre actual.

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