No está de moda ser cristiano. La misma palabra se me antoja malsonante en los oídos de la mayoría de los viandantes. Los políticos, ya sean de derecha, izquierda o todo lo contrario, no son menos, y no quieren escuchar ni pronunciar la palabra “cristiano”. Admito que existe un fundamentalismo religioso peligrosísimo que afecta tanto a cristianos, musulmanes o judíos, claro está, en distinta medida, con distintas causas y distintos objetivos cada uno. Pero no olvidemos el fundamentalismo laico, que es el verdadero fundamentalismo que se vive en España. Es todo producto de una gran hipocresía, empezamos por decir que a un negro no se le puede llamar negro y acabamos tolerando cualquier cosa para no herir ninguna sensibilidad. Cualquier cosa menos lo que fundamenta nuestra sociedad, lo que sujeta las columnas sobre las que se apoya la cultura europea. Olvidamos la historia porque en nuestro inmenso orgullo creemos que todo lo inventamos nosotros, que todo es nuevo y que todo es nuestro. La sociedad es más mala si se olvida de la cultura de sus padres, y es que una cultura que no se apoya en lo que he recibido de mis padres y mis abuelos no se puede llamar cultura. Aunque también es cierto lo que dice el escritor José Jiménez Lozano, “la cultura del mañana está hecha de las disconformidades de hoy”, pero fijaos que dice disconformidades y no inconformidades, habla de que la sociedad de mañana se construye con la falta de acuerdo, con la falta de correspondencia entre las cosas, con la discusión y el diálogo, y no con la falta de adaptación a los valores establecidos, la contestación o la simple ruptura. El mundo se ha vuelto muy superficial, las cosas que merecen la pena son más difíciles y poco a poco la comodidad deja huella en nuestras conciencias. Ser cristiano hoy es esperar un poco más de la vida, buscar lo difícil, no buscar las respuestas prefabricadas de antemano. Ser cristiano hoy es buscar más el diálogo que la protesta. Es buscar la pequeña luz de una vela en medio de una cueva y poder alumbrarse con ella. Hoy en día llamarse cristiano es una opción de vida, una expectativa que obliga a ser consciente de ello. Es muy difícil ser cristiano en medio del mundo, el cristiano, a la vez que se orienta a una postura humilde en lo concreto debe ser resuelto y valiente en lo que se refiere a los nuevos desafíos, ante las nuevas posibilidades que ofrece el mundo. No podemos estar seguros, ni para lo bueno ni para lo malo, de la mayoría de opciones que se nos ofrecen a los cristianos que vivimos en medio del mundo. Intentamos hacer lo que se espera de nosotros antes de que se defina lo que cabe esperar de nosotros.
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