miércoles, 26 de noviembre de 2008

Salvación y condenación


El supuesto básico cristiano respecto al más allá es la pervivencia después de la muerte. La muerte es el término de la vida, pero no su destrucción, de esta forma aparece la noción de la “otra vida”. Esta “otra vida” está afectada por la incertidumbre en cuanto su existencia y en el supuesto de existir está afectada en cuanto a su calidad. Por esta especial característica la “otra vida” reclama ser imaginada. Para el cristiano, en primer lugar, la otra vida tiene que ver con ésta, es decir, lo que continua es la misma persona, y en segundo lugar, la otra vida es extrema, es decir, o la felicidad absoluta o la infelicidad absoluta. Este desenlace extremo depende de la propia persona, la otra vida está considerada como un premio o un castigo mediante un juicio en el que se observa la vida terrena del finado. Existe un punto medio, una salvación atenuada, un purgatorio reservado para el que no ha alcanzado la perfección. A partir de aquí, y según las sociedades y las épocas, las diferencias pueden llevar al error creando discrepancias incluso entre cristianos. Se oscila entre un optimismo confiado a un tétrico pesimismo oscurecido por el miedo. Esta creencia en la otra vida tras la muerte es decisiva en la manera de vivir el dramatismo de la vida. El cristiano está pendiente de un desenlace que es su culminación. La posibilidad de que tras la muerte no haya nada de nada sino la aniquilación total, es más angustiosa y perjudicial para la sociedad que el propio infierno. La mayor parte de los problemas sociales y personales, depresiones, desesperaciones y aburrimientos, parten de abandonarse a la nada. Poco a poco, al perderse la conciencia del desenlace religioso de la muerte, se ha perdido también la referencia al riesgo de condenación, se ha perdido la convicción de que en esta vida nos jugamos todo nuestro destino personal. Nadie duda del destino de nuestros difuntos, nos los imaginamos en el cielo, y sin embargo, el infierno se imagina como un lugar semivacío o incluso vació. Esta pérdida de la expectativa sobre el más allá ha supuesto la eliminación de toda cuestión que tenga que ver con lo que hay después de la muerte biológica, sin embargo, dejar de creer en la pervivencia no ha olvidado la pregunta por la salvación o la condenación. Perder la fe en el cielo y en el infierno es una infidelidad al cristianismo. Unas veces se le da demasiada importancia al último instante de vida, independientemente de cómo haya sido el resto de la vida del finado, otras veces se le da demasiada importancia a la omisión de pequeñas cosas que, considerando la vida en conjunto, no afean una vida virtuosa.

No hay comentarios: