Ya se ha vuelto a armar gorda. Las palabras de monseñor Rouco en la manifestación a favor de la familia en Madrid han vuelto a levantar ampollas. La verdad es que no sé lo que tiene el cristianismo católico que levanta tantas pasiones, ya sea desde fuera como desde dentro, que de todo hay. Muchos nos acusan de poca unión entre católicos a raíz del debate del programa de televisión La Noria el Domingo, yo no lo he visto, pero me puedo imaginar el lamentable espectáculo de dicho programa al que sólo le debió faltar la frase de “muerte a los curas”. En principio no hay desunión en la Iglesia, ni más ni menos que en cualquier organización humana llena de distintas sensibilidades. En la Iglesia tratamos de conseguir la mejor manera de hacer productiva la labor de Cristo en la tierra y lógicamente hay muchas maneras de hacerlo. En la Iglesia somos muchos y no todos pensamos igual, ni mucho menos, pero todos sabemos a lo que estamos.
Bueno… a lo que iba… las palabras de Rouco despiertan pasiones. Lo mire por donde lo mire Monseñor Rouco no da ninguna orden, primero no obliga a ir a la celebración multitudinaria de Colón, segundo no obliga a escucharle y tercero no obliga a hacer lo que dice. No obliga a nadie, pero somos muchos los que atendemos a sus palabras. ¿Tan peligroso es hablar de la donación esponsal del varón a la mujer y de la mujer al varón? ¿Tan malo es decir que la familia se abre al don de la vida, a los hijos? ¿Tan peligroso es decir que el futuro de la humanidad pasa por la familia? ¿Tan peligroso es decir que los niños necesitan de un padre y una madre para poder ser engendrados? ¿Tan peligroso es decir que el aborto es una de las lacras más terribles de nuestro tiempo, tan orgulloso de su progreso? ¿Tan peligroso es decir que vivir el matrimonio es un reto formidable en esta cultura del relativismo egoísta, del interés y la competencia de todos contra todos? ¿Tan peligroso es decir que el esposo y la esposa se aman para siempre? Cosas parecidas dicen el Dalai Lama, el Gran Rabino de Jerusalén, un santón hindú, el brujo de cualquier tribu norteamericana, cualquier “hombre medicina” de África o cualquier Patriarca de cualquier Iglesia Oriental Ortodoxa, y nadie protesta.
El Dalai Lama habla para los suyos y para el que quiera escucharle utilizando en muchas ocasiones los medios de comunicación social de manera que sus palabras llegan a muchas personas. Monseñor Rouco habla para los católicos y para el que quiera escucharle utilizando los medios de comunicación social y llegando por ello a mucha gente, a católicos o a no católicos. Da la casualidad de que en España hay mucho católico que usa los mismos medios de comunicación que el no-católico y eso hace que las palabras de Rouco sean públicas. Nadie obligó a ir a la concentración de Madrid, yo no fui, aunque no me hubiera importado, nadie obliga a escuchar a Rouco y mucho menos nadie obliga a hacer lo que él dice. Aunque piense que Rouco tiene toda la razón del mundo, cosa que es cierta, también pienso que existe el derecho a no escucharle. Los que se consideran no-católicos no tienen de que preocuparse, nadie obliga a nadie, ni nadie va a prohibir ninguna ley. ¿Acaso los no-musulmanes nos sentimos obligados cuando un Imán lanza fuego por la boca contra los derechos humanos de las mujeres o los homosexuales? ¿Por qué nunca veo a ningún progresista defender a las mujeres o los homosexuales de las palabras de un Imán y si los veo llamándonos de todo a los que decimos que la familia es fundamental en nuestras vidas? ¿Por qué molesta tanto que los católicos hablemos de asuntos que resultan tan obvios? ¿Por qué molesta tanto que nos expresemos en público? Seamos serios, y que cada cual haga de su capa un sayo, aunque me duela decirlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario